Manuel Massone y Mario Celentano. Generaciones olvidadas. Buenos Aires: Editorial del Departamento de Artes Musicales y Sonoras “Carlos López Buchardo” EDAMus, 2016. 153 páginas. ISBN: 978-987-46224-1-9. ISMN: 979-0-9016807-0-8.
Generaciones olvidadas al recoger los resultados de la investigación dirigida por Manuel Massone y acreditada en la Universidad Nacional de las Artes (UNA), asume la doble tarea, por un lado, de presentar a la consideración del mundo académico compositores ignorados por la bibliografía, explicando además las causas de ese desdén y, por el otro de publicar partituras inéditas de aquellos músicos. Parece entonces un aporte interesante al incremento del porcentaje de música nacional de los programas de conservatorios, escuelas de música y universidades, en los cuales la creación argentina tiene un rol marginal. Por ello la mitad del volumen es ocupado por partituras correspondientes a tales músicos, producto de una indagación que abarcó tres continentes y se extendió durante siete años. Como parte del trabajo del equipo de investigación, tales obras fueron prolijamente revisadas y digitalizadas, de manera tal que pueden ser estudiadas de inmediato y en consecuencia puestas en circulación.
En la primera parte, Massone presenta un estudio preliminar en el cual enumera los compositores que hasta la actualidad merecieron la consideración de los investigadores. Puntualiza entonces que la bibliografía musicológica se ocupó en especial, por una parte, de los músicos que nacieron en las dos primeras décadas del siglo XIX, es decir Juan Crisóstomo Lafinur, Juan Bautista Alberdi, Amancio Alcorta y Juan Pedro Esnaola, y por la otra, los correspondientes a la generación de Alberto Williams. Es evidente que los compositores nacidos entre 1820 y 1855 fueron ignorados y olvidados. El libro, por ende, procura remediar tal omisión centrando la investigación en aquellos músicos relegados. Debe destacarse que a lo largo del libro hay una constante referencia a un importante corpus de fuentes relevadas a lo largo de estos años. En ese conjunto se incluye el relevamiento de publicaciones periódicas y archivos, como así también las entrevistas personales y epistolares con descendientes de los músicos estudiados.
Massone al establecer el estado de la cuestión para el estudio de estos compositores argentinos o extranjeros que se radicaron y trabajaron en la Argentina, sólo encontró un estudioso que se ocupó de ellos, Vicente Gesualdo, quien presenta en sus diferentes publicaciones, información sin interpretar, y en muchos casos con referencia a fuentes de dudosa comprobación. A la parvedad de las investigaciones se sumó la confusión en cuanto a la determinación de un esquema generacional que los comprenda, pues en diversas historias de la música se etiquetan a estos músicos como precursores o aficionados, a contramano de trayectorias profesionales y fechas de estrenos y de composición de sus obras. Puede atribuirse esta situación a que, ante el escaso interés de los investigadores sobre un período tan prolongado de nuestra historia de la música, tuvo dilatada aceptación en la bibliografía un panorama histórico y una periodización formulados en distintas publicaciones por Alberto Williams. Tales escritos revelan la intención del autor de instalarse como fundador de la música académica argentina e iniciador del nacionalismo. Para consumar tal operación debió preterir algunos compositores, calificándolos como precursores o aficionados e ignorar a otros. Enfatiza Massone que considerar aficionado a un músico significa infravalorarlo, excluyéndolo de su condición de profesional, valoración que se da de bruces con importantes carreras artísticas comprobadas en las fuentes consultadas.
Con relación al nacionalismo musical, el propósito de Williams de establecer su obra El rancho abandonado como “piedra fundamental” de tal estética en el país, orientó un texto, que se encuentra entre los más citados en la bibliografía respectiva, en el cual narra la génesis de la obra. Así el compositor como un solitario iluminado interpreta el alma del pueblo, aspirando su perfume en el seno de la inconmensurable pampa. Pero, Massone afirma, para poder auto erigirse como iniciador del nacionalismo, Williams debe necesariamente obliterar mucha música anterior a ese 1890 inaugural. Por ello omite en el panorama publicado en 1910 en el suplemento del diario La Nación, para celebrar el centenario de la Revolución de Mayo, las obras nacionalistas de Torrens Boqué, Saturnino Berón y Francisco Hargreaves, compuestas antes de la fecha. Pero también debe descalificar —en el mismo texto— la inclusión de elementos provenientes de la cultura popular que hacen Héctor Panizza y Arturo Berutti en sus obras, como impostada y propia de “...un gringo disfrazado de gaucho de carnaval”. Tal desvalorización de estos compositores no es casual, pues ambos habían estudiado en Europa y podrían parangonarse con él. Massone no se sorprende de tales afirmaciones tan sesgadas y megalómanas, pues expresan una arista idiosincrática del personaje, pero sí se admira de la persistente presencia en la musicología histórica, que solo disminuyó en épocas muy recientes.
El autor, a continuación, introduce los datos biográficos de Francisco Hargreaves, Dalmiro Costa, Federico Espinosa, Telésforo Cabero, Fernando Guzmán y sus hijos, Ignacio Álvarez, Edelmiro Mayer, José María Palazuelos, Luis Bernasconi y Francisco Amavet, con breve noticia de sus producciones y actuación profesional. Termina la sección con una síntesis de los argumentos expuestos para explicar el olvido, dimensionando la ardua tarea de recopilación de fuentes tan dispersas.
Precedida por imágenes facsimilares de las portadas de algunas de las partituras incluidas en el libro, continúa una sección escrita por Mario Celentano en la cual se analiza la biografía y detalle sucinto de la obra de compositores no incluidos en la primera sección: Gabriel Diez, Giuseppe Strigelli, Alfredo Napoleón, Miguel Rojas, Saturnino Berón y Zenón Rolón. Cierra la primera parte el epílogo a cargo de Manuel y María Ignacia Massone en el cual se enuncia el marco teórico que estructuró la investigación. La segunda y última parte está íntegramente constituida por las partituras de catorce composiciones de Hargreaves, Espinosa, Costa, Álvarez, Diez, Amavet, Rojas y Napoleón.
Oscar Olmello