Eileen Karmy y Martín Farías (compiladores). Palimpsestos Sonoros. Reflexiones sobre la Nueva Canción Chilena. Santiago de Chile: Ceibo ediciones, 2014. 257 páginas. ISBN: 987-956-9071-84-3.
La presente compilación reúne un grupo de once trabajos que abordan temáticas diversas relacionadas con el movimiento de la Nueva Canción Chilena a través de diferentes tópicos y problemáticas. Como señala Julio Mendívil en el prólogo, fue un acierto titular este libro como Palimpsestos Sonoros. Palimpsesto es un término que refiere a un manuscrito que conserva todavía huellas de una escritura anterior, configurando así un documento pluritextual. Justamente así aparece representada la Nueva Canción Chilena en esta interesante compilación, como una yuxtaposición de diferentes tradiciones e influencias que otorgaron una identidad múltiple y paradojal a dicho movimiento.
La Nueva Canción en Chile agrupó a manifestaciones musicales de diversa índole, configurando un colectivo variopinto en torno a un número no muy profuso de ideas que sirvieron de soporte. Quizás uno de los rasgos unificadores dentro del movimiento fue la expresa identificación de la Nueva Canción con los partidos políticos de izquierda y el proceso de transformación social que impulsaban. El movimiento no tuvo liderazgos que marcaran una línea de acción, más allá de que algunos artistas fueron más gravitantes o dejaron una huella trascendente. Tampoco se contó con un manifiesto elaborado conjuntamente en base a una enumeración clara de sus postulados y objetivos, sino que mucho de lo construido por la Nueva Canción fue producto de la amalgama entre contingencia y tradición, lo que estableció el rico perfil de este movimiento que renovó la música popular latinoamericana, nutriéndose en partes iguales tanto de la raíz folklórica como de la innovación vanguardista de los años 60. Es por ello que, siguiendo con la figura del palimpsesto, el movimiento debe ser considerado en sus múltiples versiones y fisonomías.
Con ese objetivo Martín Farías y Eileen Karmy, dos jóvenes investigadores chilenos, han compilado una serie de trabajos que retratan a la Nueva Canción como un movimiento diverso, continente de variadas propuestas y expresiones. Esta mirada abierta e inclusiva torna más aprehensible el vínculo establecido entre Nueva Canción y otros espacios y trayectorias musicales que muchas veces fueron considerados por los investigadores como meras excepciones. De esa forma pueden encontrarse en el libro trabajos que abordan las relaciones entre la Nueva Canción Chilena y el mundo de la música académica, los vínculos con el incipiente rock chileno de los años 60 y el folk estadounidense, o la influencia de las canciones de barricada de la Guerra Civil Española.
Toda esta heterogeneidad es abordada en cada uno de los capítulos por autores provenientes de diversas disciplinas (musicología, sociología, filosofía, historia) configurando una mirada que se posa en diferentes tramas del fenómeno. Entre ellos, por ejemplo, se analizan aspectos específicos de determinadas figuras representativas del movimiento. Es así como se encuentran capítulos dedicados a dos de las figuras más emblemáticas de la Nueva Canción, Violeta Parra y Víctor Jara. Lucy Oporto, en un escrito titulado “El sonido, el amor y la muerte”, analiza la figura de la cantautora poniendo énfasis en la influencia que tuvo en los inicios de la Nueva Canción. Esta postura puede dar lugar a controversias ya que la muerte de Violeta ocurrió en los albores del movimiento (1967), lo que ha llevado a algunos autores a negar o minimizar el papel de la insigne artista chilena dentro de la gestación de la Nueva Canción. Más allá de este aspecto, Oporto basa su análisis en el disco “Últimas composiciones” y en la compleja pieza musical de larga duración “El gavilán”, obras representativas de momentos de innovación dentro de la trayectoria de Violeta Parra que bien pueden considerarse como influencias de gran importancia en la génesis del movimiento.
Por su parte Mauricio Valdebenito analiza la figura de Víctor Jara, quizás la más emblemática del movimiento. Jara logró trascendencia tanto por su tarea como compositor e intérprete como por su fuerte compromiso en las filas del Partido Comunista. Su trágico final en septiembre de 1973, asesinado por la dictadura dotó a su persona de una impronta heroica. A través de un trabajo que titula “Tradición y renovación en la creación, el canto y la guitarra de Víctor Jara”, Valdebenito estudia la trayectoria del músico como un exponente de la canción de autor, que “se ubica en las coordenadas históricas del acontecer social en el Chile de mediados del siglo XX” (p. 44). En el análisis musical de la obra de Jara, el autor destaca rasgos que fueron bastante característicos, donde se conjugaron elementos de la tradición campesina (presentes en la forma de rasguear del propio Jara), integrados a ciertas innovaciones en el plano armónico, aspectos que conformaron una marca importante dentro del movimiento.
A su vez, a las figuras tan gravitantes como Víctor Jara y Violeta Parra, los capítulos de Laura Jordán y Manuel Vilches oponen un acercamiento hacia otros representantes que no gozaron, tal vez injustamente, de tanta trascendencia. El primero de ellos, “La Nueva Canción en Valparaíso: La melancolía del Gitano y la ironía del Payo” analiza la trayectoria de dos cantautores porteños, Osvaldo Rodríguez y “el Payo” Grondona, donde destaca la centralidad del componente urbano de sus obras, “… algo que vendría a diferenciar potencialmente sus realizaciones respecto a las de otras figuras de la Nueva Canción…” (p. 180).
A pesar de que desde el propio seno de la Nueva Canción Chilena se intentó presentar al movimiento como rupturista en relación a las propuestas de raíz folklóricas previas (por ejemplo, la Proyección Folklórica y el Neofolklore), hay elementos muy fuertes para establecer vínculos y contactos entre sí. Esta relación de continuidad se hace evidente con mucha fuerza en la figura de Rolando Alarcón, cantautor que formó parte del núcleo fundador de la Peña Carmen 340, junto a Isabel y Ángel Parra, Patricio Manns y Víctor Jara. La Peña ofició como locus desde donde se forjó una identidad colectiva que fue esencial para la conformación de la Nueva Canción Chilena como movimiento.
En el capítulo que lleva por título “La gloria desde la vidriera”, Manuel Vilches presenta un excelente retrato de Rolando Alarcón. Este compositor e intérprete, a pesar de ostentar un importante lugar en el escenario musical de la segunda mitad de los años 60, vio mermar su popularidad de forma irremediable en los años siguientes. A principios de la década del 70, años de mayor exposición de la Nueva Canción Chilena, la figura de Rolando Alarcón ocupaba un lugar marginal, aunque sin caer en un completo ostracismo. La iniciativa de grabar en un sello propio, que le restó presencia a su obra en los medios; un grado de independencia que llevó a Alarcón a participar de ciertas iniciativas no compartidas con otros miembros del movimiento (como sus participaciones en festivales comerciales o su vínculo con la TV); y los constantes rumores sobre su homosexualidad, algo que ponía incómoda a la izquierda de aquellos años, son algunas de las hipótesis que presenta Vilches para explicar aquella decadencia del músico.
Asimismo, dentro del libro es posible encontrar miradas generales sobre géneros o estilos que guardan estrecha relación con la Nueva Canción en Chile pero que no siempre han sido considerados como parte del movimiento. En este sentido, Pilar Peña Queralt analiza la trayectoria y los vínculos de Luis Advis, Sergio Ortega y Gustavo Becerra, compositores del ámbito académico que establecieron estrechas relaciones con el movimiento de la Nueva Canción Chilena a partir de diversos proyectos en común, estableciendo una innovadora relación entre música docta y música popular. Similar, aunque con objetivos más vastos, es el capítulo de Eileen Karmy sobre la Cantata Santa María de Iquique, obra esencial del período compuesta por Advis, ejemplo liminar de aquellas hibridaciones entre música popular y ámbito académico.
Otros ejemplos en este sentido son las colaboraciones de Martín Farías “Cueca Beat: Diálogos entre el Rock y la Nueva Canción Chilena” y “La Nueva Canción Chilena y las misas folclóricas de 1965”, escrito por Cristian Guerra. En el primero de ellos Farías se adentra en la compleja relación entre la Nueva Canción y el rock. La música beat, como aparece mencionado el rock en muchas de las fuentes de la época, fue un género observado con suma desconfianza por los sectores de la izquierda ya que se lo acusaba de ser una avanzada del imperialismo anglosajón opuesta al proceso de lucha latinoamericanista que la Nueva Canción pretendía encarnar. Sin embargo, plantea Farías, “[d]e una actitud en algunos casos reticente, muchos pasan a adoptar una postura integradora, sobre todo en los años de la Unidad Popular” (p. 160). No obstante, el autor señala acertadamente que esta actitud de integración se dio solamente hacia algunos músicos del género que se habían interesado por la fusión con elementos de la música latinoamericana.
El trabajo de Cristian Guerra también estudia las relaciones entre Nueva Canción Chilena y otros géneros musicales, como es el caso de las Misas folklóricas, de fuerte pero efímera presencia en los años 60. De la mano de los cambios introducidos por el Concilio Vaticano II la proliferación de estas obras religiosas de carácter popular puede ser, plantea Guerra, el resultado de una amalgama de elementos artísticos a la vez que religiosos desde una matriz en clave nacional. También, como géneros que pueden ser ligados a la trayectoria de la Nueva Canción, el capítulo escrito por Marco Antonio de la Ossa Martínez “Recuerdo, transmisión y homenaje: Cancionero de la guerra civil española y Nueva Canción Chilena” resalta la influencia y proyección de las canciones vinculadas a aquel conflicto de la primera mitad del siglo XX, que fueron rescatadas por muchos de los representantes chilenos de la Nueva Canción en sus respectivos repertorios.
Por último, dos excelentes trabajos abordan el tema de la relación de la Nueva Canción Chilena con la industria musical. Natalia Ayo Schmiedecke analiza la influencia e importancia del sello grabador DICAP para la Nueva Canción Chilena, buscando complejizar la relación entre ambos. De esa manera la autora analiza por separado la trayectoria del sello grabador creado por el Partido Comunista evitando así caer en una simbiosis entre DICAP y Nueva Canción que ha sido una constante en los tratamientos sobre el tema. Por su parte, en “Trayectorias de la Nueva Canción Chilena en Europa (1968-1990)”, a través de un cuidado y exhaustivo trabajo documental, Javier Rodríguez Aedo demuestra cómo el vínculo establecido por la Nueva Canción Chilena con Europa se remonta a los años previos al golpe de Estado, y cómo el exilio, a partir de la participación en el mercado cultural europeo, estimuló una renovación estética de las principales figuras del movimiento.
Ante todo lo expresado, es posible agregar que la presente compilación intenta romper con dos aspectos muy generalizados en la vasta producción sobre la Nueva Canción Chilena. Por un lado, aun con divergencias y ciertos desbalances, el libro representa un esfuerzo colectivo que busca escapar a la tendencia predominante de una producción marcada por una mayoría de esfuerzos individuales en los abordajes sobre el tema. Ello permite configurar un panorama con múltiples matices, y otorga una perspectiva colectiva sobre la Nueva Canción, objetivo explícito de la publicación.
Por otro lado, producto de una densa y copiosa producción sobre el tema, durante mucho tiempo se argumentó que poco más había por decir y estudiar sobre el movimiento. El libro viene a desafiar esta idea mostrando las posibilidades de continuar ahondando en las diversas temáticas que pueden seguir siendo fértiles espacios de investigación.
En definitiva, esta excelente compilación, lejos de cerrar el tratamiento sobre la Nueva Canción Chilena, viene a proponer nuevas preguntas y desafíos para continuar con la investigación, como la relación con la industria, las múltiples configuraciones del movimiento luego del exilio, el rescate de figuras todavía poco conocidas que aún esperan la atención de algún investigador, o el debate acerca de los orígenes e influencias del movimiento.
Ariel Mamani