Nelson Niño Vásquez (ed.). Lecturas interdisciplinarias en torno a la música. Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, 2016, 287 páginas. ISBN: 978-956-17-0682-8.
Prologado por Luis Merino Montero, este libro recoge once investigaciones de académicos ligados al Instituto de Música de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (Chile). Dividido en cuatro secciones que delimitan áreas de experticia presentes en ese ámbito académico (composición, interpretación, pedagogía y musicología), el aporte ofrece, no obstante, una unidad que se refleja en una impronta común: todos los trabajos refieren a la Región de Valparaíso en distintas épocas, lo que otorga a las reflexiones y resultados un hilo conductor que resulta contundente. Se trata, por ende, de una serie de estudios “situados”, en los que la localidad atraviesa todas las temáticas, permitiendo la convivencia en el mismo volumen de diferentes estilos de escritura, modalidades de enfocar los objetos de estudio y concepciones sobre la interdisciplina. La edición, diagramación y aspectos materiales están muy cuidados.
La primera sección, dedicada a la composición musical, contiene tres trabajos que corresponden a Enrique Reyes Segura, Daniel Díaz Soto y Félix Cárdenas Vargas respectivamente, en los cuales los compositores-investigadores proponen sendos ensayos sobre aspectos de su propia producción. Validada ya en distintos ámbitos académicos la figura del artista-investigador que reflexiona sobre sí mismo, estas propuestas permiten al lector un acercamiento invalorable para el acceso al conocimiento. Reyes Segura proporciona un detallado análisis de los significados, metáforas y numerosas conexiones intertextuales presentes en una obra suya, de 2013. Destinada a una pianista actuante —esto es, a una pianista que debe desarrollar también una performance— la obra suma además una proyección de video sin audio que debe incluirse al inicio, resultando una propuesta artística interdisciplinaria en la que se conjugan aspectos visuales, teatrales y musicales. Dado que el intertexto principal es la cueca La consentida, el título de la obra —Cueca perra— connota de inmediato la fuerte conexión del autor con su cultura de pertenencia. Se trata de una conexión compleja, dramática, negativa, comprometida desde lo político y ligada a la muerte, lo que queda expresado en el adjetivo del título. La proyección del inicio es el bombardeo al Palacio de la Moneda acaecido el 11 de septiembre de 1973 y el tono predominante es el de la impotencia y el dolor ante hechos que no se pueden modificar y que tienen repercusión en la cultura local hasta el presente.
Daniel Díaz aporta una relatoría de una experiencia creativa que exploró los límites expresivos y emocionales entre música y teatro. A partir del juego y la exploración de recursos entre músicos y actores, se generaron productos híbridos frutos de improvisaciones, que fueron documentados mediante observación participante y entrevistas. Félix Cárdenas dedica su aporte a una explicación de su obra Misa Alférez, de 2004. Partitura vocal e instrumental basada en el ordinario de la misa (en idioma español), la composición recoge la herencia del llamado baile chino, práctica musical propia y danzística del valle del Aconcagua. Así, el compositor asume la interpelación que le propone el patrimonio musical propio e intenta colaborar a la construcción de lo que entiende como un “destino como latinoamericanos”.
En la sección dedicada a la interpretación musical, el libro consta de un único capítulo, escrito por Nicolás Moreno Yaeger. Destinado a percusionistas, el texto propone la difusión del repertorio original para vibráfono, incluyendo tanto obras para solistas con o sin acompañamiento, como para conjuntos de cámara y con orquesta. El objetivo es incidir en los programas de estudio de las carreras formales mediante una ampliación del repertorio de ese instrumento el cual, si bien alcanza su desarrollo en el campo académico avanzado el siglo XX, consta de muchas más obras de las que habitualmente se conocen. La sección sobre pedagogía musical consta también de un único texto, que aborda la naturaleza cíclica del proceso de aprendizaje de la lectura musical. El profesor Michel Cara Jara, Doctor en Ciencias de la Educación y Magíster en Psicología Cognitiva —además de músico—, analiza ciertos procesos cognitivos y psicomotores implicados en la lectura de partituras a primera vista, proponiendo orientaciones para una mejor comprensión de su finalidad educativa.
Dentro de la sección dedicada a la musicología, que engloba seis textos, dos de los artículos tienen que ver con la historia musical del Valparaíso decimonónico. Con alguna dispersión por la profusión de fuentes y datos presentados, el capítulo de Isabel Césped Corrotea refiere a un compositor italiano radicado en 1883 en Valparaíso: Pedro Césari. Luego de un repaso por la historia de los símbolos patrios ligados a la música en Chile desde inicios del siglo XIX, la autora nos presenta la construcción de Arturo Prat —el militar inmolado en la llamada Guerra del Pacífico, en 1879— como un héroe nacional, a través de numerosas obras a él dedicadas y de la actuación de las bandas militares. Documenta en detalle la trayectoria de Césari, quien se desempeñó como barítono, violinista, pianista, compositor y director de banda. Comprende su labor como una colaboración a la construcción de esa tradición que se fue inventando en relación con la gesta patriótica y la figura de Prat. Otros acontecimientos quedan aún en sombras a causa de huecos documentales. Sale a la luz, sin embargo, un valioso corpus documental, un catálogo de obras con partituras detectadas en distintos repositorios y una primera reconstrucción biográfica, enfocada desde una historia local de la música, de un músico desconocido hasta el momento por la historiografía chilena.
Nelson Niño Vásquez, por su parte, nos presenta un erudito trabajo concerniente a la presencia en Valparaíso de Louis Moreau Gottschalk, el pianista y compositor norteamericano que permaneció varios meses allí, en 1866. Es sabido que el relevante concertista, fallecido en 1869, dedicó sus últimos años de vida a una extensa gira sudamericana que incluyó varios países, trayectoria que ha sido estudiada en forma parcial. Sus míticas presentaciones en Panamá, Lima, Buenos Aires, Montevideo, aguardan en algunos casos, mayor atención. En éste, el autor retoma los estudios de Robert Stevenson para documentar, desde una perspectiva micro-histórica que recurre principalmente a la prensa periódica como fuente primaria, las quince presentaciones del virtuoso músico en Valparaíso, justo en el momento crucial en que la ciudad y la población se hallaban conmovidos por un bombardeo destructivo que habían efectuado buques españoles. Solidarizado con esa circunstancia, Gottschalk compuso una Gran marcha solemne dedicada a Chile que se presentó en los tres festivales finales con los que cerró su paso por esa ciudad. El aporte es consistente en su articulación con la historia de la música chilena y resultará valioso para los interesados en la historia del piano en Latinoamérica.
Manuel Arce Vera, Rafael Díaz y Silvia Herrera Ortega dedican sus capítulos a músicas en Valparaíso desde la década de 1960 hasta la actualidad. Arce desentraña la propuesta de Tiemponuevo, una agrupación local cuya poética, tanto desde los aspectos puramente musicales como desde el nivel de compromiso político, escapó durante la década de 1960 a los postulados de la Nueva Canción Chilena dictados desde la capital del país. Analiza no solo la música —aporta transcripciones de melodías y textos de canciones muy difundidas— sino también otros aspectos como las tapas de los discos, los contenidos iconográficos y las intersecciones de aquellas músicas con el cine, en especial a través de Ya no basta con rezar, película del documentalista ruso Roman Karmer que impulsó la difusión del conjunto en la Unión Soviética. Concluye que el arraigo de Tiemponuevo a Valparaíso se correlaciona con la proliferación de peñas folclóricas, un formato de práctica musical que parece haber sido propio de allí y que habría sido la cuna de los movimientos musicales comprometidos. Así, el legado de canciones políticas de esta agrupación se diferenciaría de otros por un mensaje potente y efectivo, que no cayó en la descalificación ni en la provocación.
Rafael Díaz identifica rasgos culturales multirraciales presentes en la producción de seis compositores actuales —de distintas generaciones—, que son personalidades influyentes radicadas en Valparaíso (además de los tres que escriben en el presente volumen, Eduardo Cáceres, Boris Alvarado y Valeria Valle). Plantea la existencia de una escuela composicional de rasgos excéntricos respecto del centro ideológicamente hegemónico que es Santiago de Chile y la caracteriza como portadora de un “neo-etnicismo musical chileno” en el que, a sabiendas, los artistas marginalizan su escritura con el objeto de ocupar un territorio pequeño, aislado y desprejuiciado. El autor analiza y comenta una obra de cada uno de los compositores y les atribuye una suerte de sino, de destino, que correspondería al “ser porteño” propio de Valparaíso, considerado un Chile fuera de Chile.
Silvia Herrera Ortega nos entrega un sustancioso examen de la poética del compositor Ramón Gorigoitía, nacido en Valparaíso en 1958 y radicado en Alemania hace aproximadamente treinta años. Estudia una serie de obras en las cuales se muestra cómo este artista trabaja el diálogo y la fusión entre elementos tomados de diversas culturas musicales que ha conocido a lo largo de su vida. Utilizando categorías tomadas de Walter Benjamin, lo señala como un narrador “de estirpe”, que recoge en sus producciones distintas narrativas de los lugares que visita, lo que contribuye de alguna manera a la preservación de la memoria histórica de los pueblos. Explica cómo en modo casi artesanal el compositor aborda sus dos procedimientos más frecuentes, que son la técnica dodecafónica y la transcripción de sonidos proporcionados por la naturaleza o la tecnología. Ligado a la música experimental-contemporánea, su poética se inscribe en el concepto de nueva complejidad, sumando a su intención comprometida una gran variedad de abordajes. Esa variedad, visible casi a primera vista en los numerosos ejemplos musicales que el artículo ofrece, en ocasiones lo sitúa en las artes performáticas —varias composiciones pueden considerarse teatro instrumental— por la compleja trama interdisciplinar que comporta.
Finalizando, como capítulo de cierre Pablo Palacios Torres traza un itinerario de la creación musical en Chile entre 1930 y 1970, cuyo derrotero en la historiografía musical llevaría de lo nacional a lo popular. Interesado en desmontar la construcción de una identidad nacional que incorporó la música neoclásica durante los años 30 y el posterior advenimiento de las problemáticas populares en los años 60, su finalidad consiste en vislumbrar la figura del compositor académico tironeado por las acciones modernizadoras de las élites durante el siglo XX.
Una observación final. Cuatro capítulos del libro proporcionan ejemplos musicales y partituras disponibles en internet, en un espacio otorgado por Ediciones Universitarias de Valparaíso.[1] Así, pueden escucharse ejemplos musicales referidos a los capítulos de Isabel Césped, Enrique Reyes, Nelson Niño y Silvia Herrera, lo que confiere un plus informativo que otorga a esta bibliografía un valor pedagógico que se agradece.
Silvina Luz Mansilla