Música chicha virtual en tiempos de pandemia en el Perú

 

Arturo Quispe Lázaro

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Revista Argentina de Musicología, Vol. 23 Nro. 1 (2022): 34-56 ISSN 1666-1060 (impresa) – ISSN 2618-3072 (en línea)


Música chicha virtual en tiempos de pandemia en el Perú

 

La música tropical chicha o cumbia peruana ha empezado a tener, aún en ciernes, un nuevo carácter en el ambiente musical marcado por lo virtual. La pandemia, después de asestar un duro golpe al circuito de producción musical deteniendo su funcionamiento, inversamente a lo esperado, le ha dado un nuevo impulso que permite vislumbrar ciertos aires de renovación. Ha habido un reacomodo de su proceso de producción musical a las nuevas circunstancias pandémicas. Aún está en una parte del camino, el paso ha sido raudo, urgido por la necesidad y el nuevo contexto de restricciones debido al COVID-19. También ha sido un nuevo aprendizaje para cada uno de los componentes de cada proceso que tuvieron lugar en un contexto de crisis sanitaria y de la peor crisis política que el país haya conocido. En este artículo abordaré brevemente ese proceso que aún está en marcha. No hay nada definido en la chicha, ni qué derroteros tomará. Como nuevo proceso, los trabajos sobre el tema recién se alistan. Lo haré a través de información de primera mano, entrevistas, informes periodísticos, internet, redes sociales y trabajo de campo que nos permita delinear este nuevo proceso por el que atraviesa la música chicha.

 

Palabras clave: Música chicha, pandemia, Covid-19, sociología de la música, música popular, Perú

 

Virtual Chicha Music in Times of Pandemic in Peru

 

Tropical chicha or Peruvian cumbia music, still in its infancy, introduces a new character in the musical environment. This is marked by the virtual. The pandemic, after giving a heavy blow to the music production circuit, stopping its operation, has given it a new impetus, and contrary to expectations, airs of renewal are glimpsed. There has been a rearrangement of its music production process, to adapt to the new pandemic circumstances. It is still part of the path urged by necessity and the new context of restrictions due to COVID-19. It has also been a new learning process. All in the midst of a health, and the worst political crisis that the country has ever known. In this article I will briefly address that process that is still underway. There is nothing defined yet in the chicha, nor what paths it will take. As a new process, the works on the subject are just getting ready. We will do it through first-hand information, interviews, journalistic reports, the internet, social networks, and fieldwork that allow us to outline the new process that chicha music is going through.

 

Keywords: Chicha music, pandemic, Covid-19, sociology of music, popular music, Peru


Introducción

La música tropical chicha o cumbia peruana ha tenido durante la pandemia un nuevo reto como género musical: reorganizarse. Ese viene siendo el resultado, no hay nada definitivo, rehacerse, adecuarse a un medio inhóspito. Es como un nuevo hálito de vida. Tampoco es una situación desconocida para la chicha, su vida estuvo/está marcada por enfrentar retos sociales contextuales, y ha sabido rehacerse y renovarse en nuevas etapas. De esa manera, surgieron distintos estilos en cada periodo: chicha costeña, chicha andina, chicha amazónica, chicha norteña, y lo que hoy parece una nueva forma de presentarse: chicha virtual. La música tropical chicha o cumbia peruana fue creada a fines de la década de 1960 en Lima y se expandió por todo el país. Con varios estilos en su interior según las distintas culturas existentes en el Perú, se ha desarrollado y diversificado hasta nuestros días. Con más de medio siglo de vida, la pandemia del Covid-19 causó un fuerte impacto en su circuito de producción musical,[1] afectando su organización y a las fiestas chicha semanales.[2] Esto ocasionó la aparición de mecanismos distintos de resistencia y reorganización de sus cultores, impulsando un nuevo retorno, aún en ciernes, de la música tropical chicha durante la pandemia en la que aún nos encontramos. 

La pandemia ha retrotraído al país, a la sociedad, a situaciones similares de épocas pasadas. Steve Stein en su texto Lima obrera 1900-1930 decía de la ciudad de Lima de aquel entonces que “la vida giraba en torno a la calle, el mercadito, la iglesia más próximos”;[3] había un desarrollo germinal y baja densidad poblacional. Un siglo después, la situación es completamente distinta, Lima es una mega ciudad, con más de 10 millones de habitantes y 43 distritos. Sin embargo, a causa del Covid-19, la vida se redujo a una dinámica similar a la de aquellos años, o aún más acuciante. En momentos álgidos de la pandemia se vivía enclaustrado en cuatro paredes, la calle se volvió perniciosa y el encuentro con personas fuera de casa, dañino. El ámbito público se volvió peligroso. Luego se descubrió que el mercadito era foco de infección, generando aún más la alarma pública, se prohibieron encuentros de personas en lugares públicos, se cerraron hasta las iglesias. Las relaciones sociales se redujeron a espacios cerrados y el nuevo centro de desarrollo de la vida se circunscribió a la casa, a la familia.

Es un nuevo contexto de relaciones sociales, de restricción de la vida en pleno siglo XXI, globalizado, tecnologizado. Lo presencial perdió sentido, lo virtual adquirió fuerza. Los dispositivos de interconexión virtual se potenciaron. El video-virtual ganó protagonismo, se volvió vital. El siglo XXI muestra su rostro, la virtualidad. La pandemia dejó en escombros lo producido en el siglo XX, lo masivo, la presencialidad. Inicia el siglo XXI, se yergue digital y virtual. Se inicia un nuevo contexto, no solo social, presencial, también virtual; no solo físico, también digital. Se quebraron, una vez más, las fronteras geográficas. La interconexión se hizo posible desde todos los parajes y confines. La pandemia impuso una nueva normalidad. Esta implicó el paso del espacio público al privado, la vida social se contrajo; se prohibieron encuentros de más de dos personas, el ámbito público se desarticuló, lo masivo perdió sentido; desaparecieron las actividades públicas, culturales y musicales, como las fiestas chicha. Lo cual indujo a poner atención en el meollo de cada actividad que no implicara una interrelación extramuros de casa ni con “forasteros peligrosos”, así fueran vecinos próximos. La nueva dinámica de vida se centró en la familia, nuclear o extendida, y estuvo condicionada según el espacio de las paredes de enclaustramiento.

En ese contexto la música chicha —para referirme solo a este género— cuya práctica es pública, batalla por su continuidad. La chicha ingresó a un contexto desconocido. El medio social habitual que la cobijó previamente a la pandemia desapareció. Sin embargo, las prácticas musicales de ejecución y consumo previas persisten, ellas no desaparecen por decreto, ni prohibición. Las prácticas musicales en la chicha continúan, toman distintas vías. Estas se logran solo si hay un impulso mayor que las induce: la continuidad de la vida de los impulsores, y su reproducción. Si ellos no trabajan, no comen, tampoco sus familias.

Este artículo cubre el período de la pandemia en el Perú que va de marzo de 2020 a marzo de 2022. Abordaré los efectos causados en la música chicha o cumbia peruana, los mecanismos de resistencia y nuevas formas de reorganización que emergieron producto de las medidas de restricción dadas por el gobierno para combatir el Covid-19. Cabe destacar que estos procesos tuvieron lugar en medio de las variantes del virus, en plena prohibición de concentraciones públicas, y de la peor crisis política del país, con tres presidentes de la república en menos de dos años, y pedidos de vacancia para el actual. Los estudios referidos al tema son escasos o inexistentes. Lo desarrollaré con informaciones de primera mano, entrevistas a los actores, reportes periodísticos, redes y trabajo de campo.  El enfoque teórico que subyace en el texto concibe la cultura como un proceso de producción social, el cual ubica a la música chicha dentro del proceso de producción, circulación y consumo, y a cultores y consumidores desde sus realidades concretas; al mismo tiempo, visualiza la secuela que ha dejado la pandemia en cada una de las fases del circuito.[4]

El texto abordará los siguientes puntos: i) la música chicha en prepandemia: analógica y presencial; ii) pandemia: formas renovadas de organización musical; iii) la chicha en post-pandemia: la virtualidad, los “virtualitos”.

 

1. Música chicha prepandemia: analógica y presencial

La música chicha o cumbia peruana es una práctica musical que en lo fundamental se vive en el ámbito público, en fiestas y en comunidad de amigos, estableciendo una relación cara a cara. Su signo de vida son las fiestas, por tanto, presenciales y en espacios públicos. Los grupos musicales chicha no suelen dar conciertos, sino presentaciones en fiestas donde la gente va a bailar, disfrutar y libar con amigos, familiares y parejas. La música chicha es básicamente una actividad pública. El circuito de producción económico-cultural se ha construido en función a fiestas sociales, en locales a los cuales se les ha denominado chichódromos. Estos han cambiado con el tiempo: de canchas deportivas, colegios, playas de estacionamientos, locales amplios con piscinas —que aún se usan según la ocasión— a locales amplios cerrados o con cielo raso. El circuito de producción también ha variado con los años, en prepandemia tenía una duración de una o dos semanas, concluía con la realización de la fiesta, y al día siguiente empezaba otro circuito. Así ha continuado de manera interrumpida hasta que la pandemia lo detuvo. Después de más de cinco décadas de funcionamiento el circuito se suspendió. Ese hecho significó un fuerte impacto para la música chicha, sus participantes y para todo el proceso de funcionamiento.

La chicha como circuito de producción llevó a cabo una serie de actividades que permitieron su desarrollo y continuidad. De ellas, solo menciono tres que también fueron afectadas por la pandemia: las fiestas, la publicidad y la red de consumidores. Las fiestas tenían una frecuencia de cuatro a cinco días a la semana, intensificadas los fines de semana. Esto con la pandemia se detuvo. En la publicidad están la gráfica y la radial. La gráfica se desarrollaba bajo dos modalidades, la conocida como afiches chicha, y la de banderolas chicha.  Estos artefactos eran ubicados en las paredes y lugares públicos. Estos han sido los más afectados. Al no haber fiestas, ellos pierden su sentido de existencia.  Al suspenderse las fiestas también se genera un quiebre en la socialización entre los grupos de consumidores que se reencontraban en estos eventos. Los consumidores convertidos en redes de amigos, en pospandemia, vienen adquiriendo renovadas formas de organización y expresión.

2. Pandemia. Formas renovadas de organización musical

La pandemia nos ha vuelto a recordar que las producciones culturales establecen una fuerte conexión con el contexto social. Los acontecimientos sociales bastante significativos generan cambios en todas las esferas, pueden cancelar procesos y abrir otros. Sin embargo, nada queda igual. Esto ha ocurrido con la pandemia. El Covid-19 sacudió todas las esferas sociales a nivel mundial, sus consecuencias han sido dispares en cada país. En Perú, la pandemia apareció en marzo de 2020, nadie pensó lo que sucedería los siguientes días, ni el tiempo de duración. El gobierno de Martín Vizcarra desde la segunda quincena de marzo adoptó medidas drásticas para contrarrestar el virus. En este marco, decretó cuarentena absoluta por quince días con toque de queda desde las 5 de la tarde.  Esta medida se prolongó en el tiempo, las casas se convirtieron en una suerte de prisión domiciliaria nacional, afectando al país entero, y sus consecuencias se vivieron de forma diferenciada por el alto nivel de desigualdad que existe en la sociedad. Los más afectados fueron los de menos recursos económicos, dentro de ellos, los cultores y seguidores de la música chicha, y específicamente en el meollo de su actividad: las fiestas. Los días pasaban y no había noción del final del cautiverio, el conflicto social se trasladó al ámbito doméstico, familiar. Se produjeron dos situaciones que afectaron también a cultores y consumidores de este género: los que vivían del día a día no tenían chance de cumplir con la cuarentena, salían de sus casas para conseguir sus medios de vida diarios, poniendo en riesgo sus vidas y la de sus familias; los que tuvieron cierto ahorro, con los días de cuarentena y sin trabajo consumieron sus reservas. En ambos casos hubo un mayor empobrecimiento. La vida empezó a tomar otros cauces cuando empezaron a escasear los alimentos y el dinero.

Ese fue el contexto económico y social que enfrentó la música chicha.

La gran mayoría de grupos musicales, productores e impulsores de este género musical, creadores, músicos y consumidores son personas de ingresos medios y/o escasos recursos económicos y viven en barrios populares. La actividad económica de la mayoría de los consumidores está en el área de servicios, pequeños negocios y comercio ambulatorio. Las fiestas se habían convertido en desahogos de conflictos y tensiones surgidos en sus medios de vida, además de ser el encuentro y el medio a través del cual se forjan nuevas relaciones sociales entre los participantes. Al prohibirse las actividades públicas y decretar la cuarentena los recluyeron en sus casas, al impedir las reuniones públicas, las fiestas, también cortaron la dinámica social entre los propios chicheros.

Antes de marzo de 2020, llevaban una vida de actividad constante, de realización de fiestas día por medio y semanales. Posteriormente a esas fechas, todo se detuvo. “Nos cayó como un balde de agua fría”, decía Walter Iquise Salluca, conocido como Chacawalter, cantante y músico chichero de la ciudad de Arequipa (al sur del país),[5] quien suspendió sus presentaciones musicales. “Todos pensábamos que iba[n] a ser quince días, un mes, máximo dos meses. Nadie trabajaba”,[6] dijo Eduardo Meléndez, “Pichirri”, cantante y animador.[7] Afectó a todos, también a grupos musicales considerados grandes, como El Grupo 5 y Agua Marina, quienes también detuvieron sus presentaciones. Sin embargo, las desigualdades entre los grupos también se notaron. Se estableció una jerarquía dentro de la música tropical dada por el uso de la tecnología y la forma de transmitir las presentaciones virtuales. Mientras que los dos primeros lo hacían vía Facebook a través del celular, los dos restantes recurrieron a una tecnología de alta calidad, además de la publicidad en los medios.[8]

La pandemia no solo afectó la salud, también la economía y el estado emocional. La música chicha en toda su existencia ha estado marcada por su desarrollo a nivel público y la concurrencia de consumidores de forma masiva y presencial a las fiestas. De tal modo, lo público y presencial configuran la práctica musical chichera. El circuito producción – circulación – consumo está organizado en función a las fiestas, hay una interrelación de todo el proceso y se producen al unísono. Las actividades están organizadas e interconectadas de acuerdo a la realización de las fiestas. Si no hay fiestas el circuito se desarticula, la publicidad organizada para tal fin (afiches, banderolas, programas de radio, etc.) pierde sentido, desaparece; las fases de producción y consumo se desconectan. La maquinaria económica que mueve todo el circuito se desmorona y deja de tener sentido para los impulsores insertos en todo el proceso, dado que sus vidas y la de sus familias giran en torno a esa dinámica económica. Entonces, la música chicha o cumbia peruana existe porque se ha construido un circuito económico que la impulsa y le da vida, en el que intervienen una gran cantidad de personas en las actividades de cada proceso, convirtiéndose también en un medio de trabajo en el que participan desde el compositor, músico, productor musical, aficheros hasta el recogebotellas de las fiestas. Por ello, prohibir las concentraciones públicas es prohibir las fiestas. El circuito se desarticula, las personas que reciben sus ingresos y viven el día a día de esa actividad quedan en el desamparo, sin trabajo e ingresos económicos para ellos y sus familias.

Eso fue un duro golpe a la economía chichera. Desde el inicio del Covid-19, de marzo de 2020 hasta marzo de 2022, aún dentro de la variante del virus, los productores y consumidores de música chicha, a causa de la pandemia y como una forma de sortear sus dificultades, han atravesado una serie de situaciones que han cambiado sus vidas en relación a la música y las fiestas, y que también han modificado la práctica musical de la chicha. Estos cambios han pasado de una suerte de resistencia/rechazo inicial, por pretender continuar la misma práctica —que se venía llevando a cabo antes de la pandemia— a la lenta adecuación al nuevo contexto de restricciones, a través de un reacomodo a cada una de esas instancias pandémicas, lo que generó una reorganización de la actividad musical de la chicha. Veamos brevemente este proceso.

Resistencia/Rechazo inicial

Al inicio de la pandemia se hicieron evidentes los deseos de continuar con las fiestas chicha que venían con una dinámica propia mucho antes de marzo. Por ello, el inicio de las prohibiciones por el Covid se caracterizó por la resistencia o el rechazo a las medidas restrictivas. Las prácticas musicales no se suspenden por decreto o prohibición, siguen su curso, pueden tomar caminos distintos. Eso fue lo que ocurrió con la música chicha al inicio de la pandemia. Las medidas prohibitivas impuestas por el gobierno para combatir el virus, como suspender todo tipo de reunión pública y por tanto las fiestas, no fueron acatadas por todos los grupos musicales y seguidores de este género musical. Algunos grupos musicales y festejantes chicheros siguieron organizando fiestas y los consumidores asistiendo a ellas en cada localidad, desoyendo las restricciones. De ese modo, se produjo una divergencia entre la práctica musical y la legalidad. Esa fue la primera confrontación que algunos grupos tuvieron con la realidad: la prohibición.

Esto sucedió durante el año 2020, periodo muy duro de la pandemia con niveles muy altos de infectados y fallecidos a causa del virus, hasta finales del 2021, con más del 60% de vacunados con las dos dosis, pero con las variantes del virus pululando en el ambiente. Incluso, a inicios de 2022 siguieron prohibidas las grandes concentraciones de público en espacios cerrados porque no posibilitaban la circulación del aire. Eso es así, aun si las medidas están siendo cada vez más flexibles por cansancio o por la sensación de la población de que las vacunas están surtiendo sus efectos sobre el virus, al anular su letalidad. 

Los deseos de continuar con las fiestas chicha en el mes de marzo de 2020, durante el inicio de los contagios por Covid-19 a costa de la salud, produjo desavenencias con las autoridades que buscaban cumplir las normas. Eso generó enfrentamientos con la policía y los inspectores municipales. El inicio de los contagios y las rápidas muertes causó alarma en la población. Las medidas drásticas que se dieron para combatirlo fueron bien recibidas, dentro de ellas evitar la concentración de personas en espacios cerrados. Hubo una sanción social y denuncias policiales hacia aquellos que infringían las normas. Las fiestas chicha fueron denunciadas cuando estas se llevaban a cabo. Se produjeron suspensiones de fiestas en varios distritos de la capital y de otros departamentos, como así también el cierre de los locales o chichódromos por la municipalidad de cada localidad, y arrestos policiales por quebrantar las normas.[9]

Lenta adecuación. Ante el asedio policial e inspectores municipales de cada distrito, algunos grupos musicales y consumidores optaron por desarrollar sus actividades a hurtadillas, en fiestas secretas. Se convirtieron en secretas como una manera de evadir las medidas drásticas de prohibir la realización de fiestas, aun en casas, ya que las mismas son reuniones de gran cantidad de personas que pueden conllevar al contagio. Pues bien, eso cambió. Las fiestas privadas en casas se hacían hasta con cinco personas. Estas nuevas formas de continuar las actividades festivas tenían un doble propósito: por el lado de los grupos musicales, agenciarse algo de dinero ante la carencia de ingresos económicos debido al impedimento de actividades públicas, por el lado de los consumidores, liberar tensiones incrementadas por las medidas impuestas por el gobierno para contrarrestar el virus, así como la de continuar con sus diversiones pre-Covid. Las fiestas secretas fueron cambiando de modalidad según las modificaciones en las restricciones, y las posibilidades de evadir la vigilancia tanto policial como de los inspectores municipales.

De esa manera, se idearon otras formas de continuar con las fiestas. Como las prohibiciones estaban referidas al ámbito público, las actividades en el ámbito privado eran permitidas porque se desarrollaban dentro de casa, dentro de cuatro paredes. Esto abrió un abanico de posibilidades, todas en espacios privados, desde fiestas familiares, cumpleaños, fiestas de quince años, matrimonios, hasta velorios, etc., pero también fueron aprovechados para realizar fiestas en algunos locales, no familiares. Ante todo ello, se produjeron tres maneras distintas de realizar fiestas: i) fiestas privadas familiares; ii) fiestas privadas sociales en locales; iii) fiestas a través de transmisiones musicales virtuales. A los dos primeros los llamaron “privaditos”, y al tercero, “virtualitos”. Estas nuevas formas de desarrollar fiestas chicha condujeron a la modificación del circuito de producción de la música chicha, y también a cada una de las fases de su proceso afectadas por la pandemia.

Las fiestas privadas se produjeron de esta manera: primero fueron “privaditos sociales, en locales”, difundidos vía comunicación oral; luego, “privaditos familiares, en casa de familia”; después, “privaditos sociales en locales” difundidos vía publicidad en redes: afiche digital sin dirección fija, por WhatsApp; posteriormente, “fiestas en casa de familia vía transmisión musical virtual”. Estas distintas formas de fiestas privadas, en sí mismas, no tienen una fecha fija de surgimiento, como un punto de origen, sino más bien fueron ocurriendo en función a idearse diversas formas de no perder el aspecto lúdico y festivo de las personas, más si están recluidas sin salir de sus casas por ciertas concesiones de las medidas restrictivas dadas por el gobierno. Las presento así, como una manera de visualizar los cambios producidos, aunque no estrictamente como una secuencialidad establecida linealmente entre ellos. Veamos este proceso. 

Fiesta “privaditos” sociales

Esta modalidad de diversión, como ya indicamos, se ha llevado a cabo de dos maneras. Ambas se diferencian no solo en el tiempo, sino también por la forma de su difusión. En ambos casos el riesgo mayor era el contagio del virus, en los primeros meses de pandemia conducía a una muerte casi segura porque no había manera de contrarrestar su letalidad; los otros riesgos eran legales, con la policía o la municipalidad, y la posible confiscación de los instrumentos musicales.

“Privaditos sociales en locales”, difundidas vía transmisión oral[10]

Estos se realizaron inmediatamente después de aquellas fiestas que se llevaron a cabo durante los primeros meses de la pandemia y que seguían la dinámica de presentaciones anterior a marzo, eran fiestas sociales públicas y en locales establecidos y conocidos. Estas fiestas fueron rápidamente denunciadas y sancionadas por la ley por las disposiciones dadas para combatir el Covid. Ante ello, las fiestas pasaron a realizarse en ambientes privados. Desde los primeros meses de la pandemia, los primeros “privaditos” fueron llevados a cabo por gente conocida de la zona, eran amigos y familiares, y la fecha y hora eran comunicadas oralmente. Esta forma de realizar fiestas se produjo en muchas partes del país, en el norte, centro y sur.

En el norte del país, en La Libertad, podemos detenernos en el caso de Nelly Farfán, cantante y música del grupo Sabor Kaliente, ejecutantes del ritmo tropical chicha. Ella y su grupo fueron invitados desde Lima a Trujillo (al norte del país), para que actuaran en una festividad mucho antes del Covid; sin embargo, las medidas de inmovilidad por la pandemia les sorprendieron en esa ciudad, sin poder regresar a Lima. Algunos músicos lograron volver con mucha dificultad a zonas aledañas, pero Nelly y otros integrantes se quedaron inmovilizados en el hotel con todos los instrumentos musicales, sin poder trabajar ni conseguir ingresos para su manutención.
          Ante la prolongada estadía y la progresiva escasez de dinero, sin posibilidad de trabajar, de realizar ninguna presentación, tuvieron que realizar otras actividades. Alojados en el hotel con todos sus instrumentos musicales, tuvieron que trabajar en el hospedaje a cambio de una habitación y algo de ingreso. Nelly se convirtió en asistente del dueño del hotel y cocinera, y los músicos se convirtieron en trabajadores de planta del mismo. Como ellos, muchos turistas se quedaron inmovilizados en las instalaciones. Esta situación se mantuvo hasta que la contrataron para realizar unos “privaditos”.

Estando en el hotel, se comunicaron conmigo para asistir a un privadito, este era un lugar alejado de la ciudad, por las ruinas de Chan Chan, como quien se va por Huanchaco, era un lugar, pero metidísimo, bien retirado de la ciudad, en mayo del 2020. La mayoría de la gente en la fiesta era conocida, no era gente extraña, eran familiares y amigos. Había entre 50 y 60 personas. No llegaba ninguna autoridad, ni policía ni serenazgo, pero no faltaba alguien que te “tire dedo” [te denuncie]. Las autoridades te quitaban las cosas, el equipo de música, los instrumentos de música. La primera vez yo perdí una consola, el parlante y la tablet, otro músico perdió su guitarra, el otro sus timbales, nos quitaron todo. La segunda vez me quitaron los parlantes grandes que tenía, una laptop, ahí se fueron una gran cantidad de música, pistas que había mandado a grabar para poder trabajar yo sola. Nunca me devolvieron nada. Los organizadores de la fiesta lo único que hicieron fue darnos algo más de dinero pero que no es el costo de mis equipos. La tercera vez solo tenía los USB de música, como ya no teníamos parlante el equipo lo alquiló el mismo dueño. Las autoridades no entendían que nosotros tenemos que trabajar, sino de qué comemos.[11]

Este relato con variantes se repite en distintas partes del país. La situación reprodujo otros fenómenos sociales, las distintas estrategias de sobrevivencia o “cachuelos” de los grupos musicales, músicos y cantantes para conseguir ingresos económicos en tiempos de pandemia, aun a costa de su propia vida, dado el peligro de contagio y la confiscación del equipo de trabajo, es decir los instrumentos de música, como le ocurrió a la cantante, quien perdió gran parte de sus equipos, y los músicos sus respectivas guitarras.

En el centro del país, en Lima, el impacto de la pandemia fue el mismo. Los grupos musicales se quedaron sin trabajo, todo se suspendió. El toque de queda obligó a todos a recluirse en sus casas esperando que esto pasara, pero no pasaba. Eduardo Meléndez, conocido como Pichirri, cantante, animador y locutor de radio de música tropical chicha, como otros, también fue afectado.

En la pandemia los grupos no hacían nada. Hemos parado tres, cuatro meses sin trabajar nada, estaba prohibido por el toque de queda, no se podía salir, todo estaba parado. No se podía hacer ni ir a ningún lado, solo se podía ir al mercado, boticas, no había ninguna tienda comercial abierta, nada. Todo estaba cerrado. Todos pensábamos que iba a ser quince días, un mes, quince días más, la gente ha durado máximo dos meses sin salir y de sentarse. Desde ahí, ya empezaron a salir. Unos tenían motos, algunos han salido a vender a las calles. Yo salí a vender pollo, alcohol. Otros a hacer taxi, y vender en los mercados. Conseguir cinco soles, era plata [US$1.50] porque no había de dónde sacar.[12]

Meléndez y su grupo Príncipes de la Rumba desde julio-agosto del 2020 comenzaron a realizar todo tipo de actividad, transmisiones virtuales vía Facebook, “privaditos” familiares, sociales, presentaciones en vivo, también en velorios y despedidas que las familias hacían a sus seres queridos hacia el cementerio, hasta el día de hoy (ver figs. 1 y 4).

 

Fig. 1. El grupo Príncipes de la Rumba Presentación en un velorio-sepelio en Lima Norte.

Fuente: Facebook oficial de Príncipes de la Rumba. 27 de noviembre, 2021.

 

En el sur del país, en la ciudad de Arequipa. Walter Iquise Salluca, conocido con su nombre artístico “Chacawalter”, músico, cantante, compositor y director de su grupo El Super Clan con más de tres décadas de práctica musical en el ámbito de la música chicha, también fue afectado por las restricciones que dio el gobierno por el Covid-19. Al inicio lo tomó por sorpresa. A él y a sus músicos no les quedó otra cosa que “cachuelearse” [trabajo eventual de cualquier índole, N. de A.]. Él pudo ayudarse con la tienda que también tiene, pero a sus músicos no les fue muy bien, se volvieron comerciantes, taxistas, e hicieron otras actividades.

[Las restricciones por la pandemia] nos han caído como un balde de agua a todos, nos hemos quedado en nada. Lo que teníamos los músicos nos quedamos en nada, sin trabajo, no hay contratos, nos hemos paralizados. Pensamos que iba a ser una temporada corta, a lo más dos o tres meses, nadie se iba a imaginar que iba a durar hasta el día de hoy. No lo pensé ni imaginé. Nos paralizó. No sé qué podía hacer, teníamos que recursearnos [realizar cualquier actividad para conseguir ingresos] de alguna u otra manera. De ahí empezamos a hacer los privaditos y también hacía mis transmisiones en vivo por Facebook. Desde ahí me empezaron a pedir que les envíe saludos por Facebook, para el cumpleaños “de mi papá”, “de mi mamá que mañana cumple años”. Hacía las transmisiones en vivo y me daban “un sencillo” [dinero, a voluntad]). Así me empezaban a llamar para los saludos. Así estuve sobreviviendo el primer año de la pandemia.[13]

“Privaditos sociales en locales” difundidos vía publicidad en redes.

Estos se convirtieron en “tonos”, fiestas chicha “caleta” (secretas) que se empezaron a dar a partir de mediados del año 2020, desde junio-julio aproximadamente hacia adelante. Eran una derivación de las fiestas chicha en casas de familia, los “privaditos en casa”. Los “tonos” eran organizados por algunos grupos musicales, o algunos locutores o cantantes que veían ese camino como otra posibilidad, desde su actividad, de agenciarse algún ingreso económico mediante fiestas realizadas en lugares privados, en locales, pequeños bares, o “restobar” (restaurantes y bar al mismo tiempo). Estos eran difundidos a través de las redes sociales, Facebook, WhatsApp, celulares. A diferencia de los afiches chicha públicos que se pegaban en las paredes de los barrios de la ciudad para difundir las fiestas chicha —una fiesta social, en un local público en tiempo de prepandemia— los “privaditos” no eran publicitados en ninguna radio oficial, sino a través de las redes sociales. Quienes deseaban asistir tenían que comunicarse personalmente por inbox de la dirección del Facebook que publicitaba, o al celular que dejaban en el afiche digital, otra vía de comunicación podía ser a través de WhatsApp

 

Fig. 2. Afiche digital. Anuncia un “privadito”, fiesta secreta, social (Top secret).

Difunden vía Facebook, para el 7 de noviembre de 2021.

 

Estas fiestas tomaron dimensiones que se expandieron por toda la ciudad. Ante la gran cantidad de infectados por el virus del Covid-19, las autoridades tomaron mayor control de esas fiestas. La policía empezó a ubicar esos lugares secretos, que ya dejaban de serlo por la música en alto volumen y la denuncia de los vecinos. Tanto las autoridades policiales como las municipales concurrían a suspender, apresar y multar a los festejantes (Fig. 3).

Sin embargo, las reuniones festivas de este tipo, los “privaditos” sociales en locales, no se detuvieron. Estos se convirtieron en una de las formas en la que las fiestas chicha siguieron su curso, ya no con las características que se daban en prepandemia, pues ahora se desarrollan bajo otras circunstancias. Han cambiado las formas pretéritas de llevarse a cabo, al menos, aún en lo que parece ser la postrimería de la pandemia. Se festejan en lugares reducidos y también en horarios distintos.

 

 

 

Fig. 3. Detienen a festejantes en fiesta Covid. Fuente: Policía Nacional del Perú.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En https://twitter.com/PoliciaPeru/status/1294815101997010945/photo/4. 15 agosto de 2020.

 

Los “privaditos” sociales, a marzo de 2022, se han constituido en lugares en los que la chicha se sigue llevando a cabo. Estos eran locales, casa-locales ambientados especialmente para la ejecución de fiestas chicha. En unos casos eran lugares semi clandestinos, en otros, eran casas de familia, privadas, que al realizar fiestas con cierta frecuencia fueron conocidas, en la zona, como locales de fiestas. El grupo Los Príncipes de la Rumba, con Eduardo Meléndez, tuvo una presentación musical el 19 de marzo de 2022 en uno de esos locales improvisados del distrito Villa El Salvador, al sur de Lima, con luces de ambientación de fiesta. (Fig. 4).

 

Fig. 4. Un privadito social. Grupo Los Príncipes de la Rumba. Eduardo Meléndez, “Pichirri”,

en el distrito Villa El Salvador, Lima Sur.

Fuente: Eduardo Meléndez. 19 de marzo de 2022.

Privaditos familiares, en casa de familia

Esta modalidad de fiesta empezó aproximadamente a los tres o cuatro meses después del inicio de la pandemia en Perú. Fue por la necesidad de encontrar algún medio de ingreso. Eduardo Meléndez, “Pichirri”, narra cómo él experimentó los inicios de las fiestas en las casas, los “privaditos” familiares.

Los privaditos habrán salido más o menos en el mes de junio, julio o agosto, por esa época [del 2020, N. de A.]. Pero solamente privaditos chiquititos (los de casa), sin hacer mucho roche [sin grandilocuencia, N. de A.], cuando ya comenzaron a hacer mucho roche, o sea, fiestas grandes, porque estaba permitido hacer fiestas virtuales, no habían prohibido las reuniones sociales en los hogares, en las casas. Uno podía hacer reuniones en su casa, se podía hacer fiestas, no pasaba nada. Pero, después ya no querían nada porque comenzaron a hacer fiestas presenciales, o sea, comenzaron a hacer tonos, ya. Ahí ya comenzó la policía a chapar a todos, a toda la gente, a poner multa.[14]

Los “privaditos” “chiquitos”, en casa, en los momentos duros de la pandemia se permitían porque se suponía que participaba solo la familia con pocos integrantes. El grupo musical que solía amenizar la fiesta no era tal, sino que consistía en  apenas un/a cantante, o un/a cantante más el animador, eran entre una o dos personas, sin músicos. Estos se llevaron la peor parte porque fueron reemplazados por pistas musicales, música grabada, y el cantante iba con un parlante pequeño para no llamar la atención y hacer que la música tenga alcance solo en la casa y solo para los festejantes familiares. De esa manera, se llevaron a cabo todo tipo de fiestas en casa.

 

Fig. 5. Nelly Farfán. Un “privadito” en casa, con pista musical. Fuente: Facebook de Nelly Farfán.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

https://www.facebook.com/nelly.farfan.188/videos/345843257455994/. 5 de marzo de 2022.

 

Nelly Farfán, cantante y directora del grupo Sabor Kaliente a su retorno del norte del país a Lima, también hizo “privaditos” en casa. Consiguió un nuevo parlante y continuó con sus presentaciones. Un parlante, un micrófono y un dispositivo USB que contenía música instrumental preparada para que ella pudiera cantar. Una de sus presentaciones la llevó a cabo en el distrito de El Agustino, en Lima Este. Amenizó un cumpleaños infantil, la fiesta era una matiné con la familia del cumpleañero, fue una fiesta que duró de 5 a 10 pm (Fig. 5).

Lo que se percibe con estas nuevas prácticas musicales es un cambio en las formas de organización, de gestión de las fiestas, de la música y de los grupos de música. Nelly Farfán, cantante y directora de grupo, estando en el norte del país coincidía con Walter Iquise Salluca, “ChacaWalter”, también cantante y director de grupo, del sur, en Arequipa, y ambos recomendaban a los músicos que trabajaban con ellos que empezaran a cantar, que se vuelvan cantantes, porque al ser reemplazados por las pistas musicales ellos seguirían sin empleo. ChacaWalter comentaba, “no importa, tendré más competencia, pero al menos ellos tendrán algo de plata y trabajo”. No sabemos cuántos músicos en esta pandemia se han convertido en cantantes como una estrategia de sobrevivencia en momentos duros de la crisis sanitaria en la que los músicos tuvieron más que perder.

3. La chicha en/post pandemia: la virtualidad, los “virtualitos”

La dura experiencia de los cultores de la música chicha en los meses iniciales de la pandemia ha dado por resultado, aún incipiente, una renovada forma de organización y práctica musical que pasa en lo sustancial por el uso de la tecnología digital, lo virtual y las redes sociales. En lo fundamental, ello se traduce en el uso de Facebook, WhatsApp, Tik Tok e Instagram. Esas herramientas existían en prepandemia, pero su uso en aquel tiempo era básicamente juvenil o de uso elemental para comunicarse con amigos y familiares, a menudo por desconocimiento del manejo de esos dispositivos. Frente al nuevo contexto, se convirtieron en instrumentos esenciales, de gran utilidad para las nuevas formas de reproducción musical, sus actividades musicales, el contacto con sus seguidores y, sobre todo, para expandir sus fronteras físicas y llegar a lugares fuera de los espacios habituales que tenían en sus presentaciones físicas, algo que antes no concebían o no habían considerado. 

La virtualidad y las redes sociales se convirtieron en los medios a través de los cuales la nueva realidad se impuso. No fue fácil. Ha sido, como se ha mencionado un nuevo aprendizaje. Muchos de los productores musicales son parte de la generación anterior, son migrantes digitales, virtuales. Muchos tuvieron que aprender a ritmo acelerado el uso de los nuevos dispositivos. Incluso los grupos más jóvenes no tenían esa práctica en su actividad musical. La virtualidad no era parte del circuito musical, no se concebía como tal. Toda la práctica musical de este género, como dijimos, era pública y presencial. Lo tecnológico se restringía a la reproducción del sonido a mayor distancia en un espacio público. Lo digital, para el consumo musical a nivel personal. En ese ámbito lo virtual no tenía espacio, era un mecanismo nuevo dentro del sistema de la chicha que requería ciertas condiciones para su uso, y otra concepción para incorporarlo dentro del circuito chicha. Hasta entonces, por las características de la práctica musical cotidiana, también por una escasa información de cultores y consumidores de este género, se limitaba su desempeño en el área. En cambio, cuando los medios tradicionales de producción musical fueron impedidos de seguir funcionando, lo virtual se volvió la única salida que les quedaba. Ha sido un proceso rápido de adaptación, no sin dificultad, urgido por la necesidad. En el caso de los adultos, tuvieron que recurrir a familiares jóvenes o a quienes tenían más práctica con estos dispositivos. Los más jóvenes estaban en mejor disposición de seguir esa ruta.

ChacaWalter, músico de más de tres décadas de práctica musical, de la ciudad de Arequipa, narra su experiencia de acercamiento a la virtualidad (Fig. 6).

Antes de la pandemia nosotros nos comunicábamos por las emisoras radiales, por la propaganda, pegando afiches en las paredes. Eso era antes. Cuando empezó la pandemia todo el mundo comenzó a utilizar el face [Facebook]. Eso fue un cambio rotundo, y un apoyo muy grande, uno se puede comunicar más rápido. Por eso el face es una buena comunicación lo cual mi contrato se hace al toque toque. No sabíamos al cien por ciento [su uso], no lo sabíamos manejar. Mi hijo, hija me han enseñado a manejarlo. Es muy útil eso.[15]

Lo que ha permitido la virtualidad, además de lo indicado, es la creación de distintas páginas que difunden música en vivo, o videos de música tropical chicha como “MP. Producciones”, “Radio Cumbia Primicias Lima – Perú. (Videos musicales)”. Así, se difunde música chicha de distintos grupos musicales poco conocidos por otros auditorios, o de grupos que transmiten en vivo sus propias composiciones como el caso de Tongo y su grupo Imaginación, o grupos como Pintura Roja que reaparecen para celebrar su aniversario. Chacalón Jr. tiene así más de 45 mil visualizaciones de su presentación en vivo que realizara desde la ciudad de Tacna, en el sur del Perú, algo impensado en sus presentaciones en vivo presencial. Además, juega un rol importante la interconexión entre los fans chicheros a través de la formación de grupos de WhatsApp con el fin específico de reunirse y formar comunidad a partir del grupo musical de su preferencia.

 

Fig. 6. Chaca Walter, publicitando un “virtualito” vía Facebook.

Fuente: Facebook oficial. https://www.facebook.com/photo/?fbid=1153970918314623&set=a.241387110938778. 26 de julio de 2020.

 

En Lima, con solo un teléfono celular, una cuenta de Facebook y un equipo básico de micrófonos, parlante y una pequeña consola, algunos realizan sus transmisiones musicales a través de redes sociales. Así lo hacía Jorge Luis Escalante o Jorge Luis Hermoza, director del grupo Los Muchachitos de la Cumbia. Eso le permitió soportar los tiempos duros de la pandemia. Él hace sus presentaciones musicales desde su casa en Villa El Salvador, con su hijo Junior Alberto y su hija Samy (Fig. 7). A Jorge Luis llamado “Coco”, le decían “Coquito, un “virtualito” mañana, envíale un saludo a mi mamá que mañana cumple años. Ya luego te envío algo […] Así, hacía mis presentaciones virtuales por el celular, lo pasaba por el face, y lo hacía en vivo. El tiempo [de presentación] depende de lo que me pedían, puede ser media hora, dos horas, máximo tres horas. Ya la gente me yapeaba [enviaban dinero, N. de A.]. Más me pedían por cumpleaños”.[16]

 

 

 

Fig. 7. “Virtualito”. Los Muchachitos de la cumbia. En Lima. 21 de noviembre de 2021.

 

Fuentes: Facebook oficial del grupo Los Muchachitos de la cumbia.

Conclusiones

La música chicha o cumbia peruana desde sus orígenes ha impactado la ciudad de Lima y el país, con la presentación de nuevos estilos en cada época, abriendo un nuevo contexto social con cada uno de los estilos. En esta ocasión sucedió a la inversa, ha sido el medio social y la crisis sanitaria las que impactaron a la sociedad, a sus formas de expresión, y, en este caso, a la música chicha. Inicialmente detuvo su circuito de producción musical generando zozobra en la economía de cada integrante del circuito musical. Esto obligó a sus cultores y consumidores a adaptarse a las nuevas circunstancias de restricciones para contrarrestar la pandemia.

Estas nuevas formas de adaptación y los deseos de continuar con las fiestas chicha obligaron a modificar las distintas formas de gestión y organización de todo el proceso y práctica musical de la chicha. Uno de los primeros cambios, al inicio de la pandemia, ha sido la desaparición del grupo musical propiamente dicho, suplantado por algunos de sus integrantes, que a través de pistas musicales amenizaban las fiestas. Como hemos visto, el medio obligó a que sea solo el/la cantante más un animador, o solo el/la cantante más un micrófono y pistas musicales.

Otro cambio fue la desaparición de los productores de espectáculos. En prepandemia estos organizaban todo el circuito de la producción musical, contrataban o gestionaban grupos musicales que tenían a su disposición, o los gestionaban. En pandemia, estos desaparecieron, fueron reemplazados por otros músicos, cantantes o personas interesadas en desarrollar fiestas en su localidad. La pandemia retrajo las fiestas chicha a los barrios y a las casas. Eso permitió que otras personas de cada zona puedan realizar las funciones de productor y/o promotor de espectáculos, y organizar encuentros festivos.

Otro de los cambios se ha dado en la realización de las fiestas y el uso de los dispositivos de transmisión. Las fiestas chicha prepandemia habían eclosionado en distintos espacios privados, semi-privados y públicos. Las fiestas masivas y en espacios públicos han dado lugar a fiestas de todo tamaño en el barrio y las casas de familia. En todos ellos se realiza con “privaditos”, con un número de festejantes inimaginable en prepandemia, dos años atrás, fiestas hasta para cinco personas. Es más, nadie iba a una presentación con ese número de asistentes. Se ha impuesto, al menos por ahora, que en las presentaciones musicales en casas o establecimientos se lleven a cabo con pista musical, “tipo karaoke”, como decían, a diferencia del grupo musical. El contexto de restricciones flexibilizó algunas costumbres, formas de funcionamiento o exigencias entre oferentes y receptores.

La virtualidad ha sido uno de los grandes “descubrimientos” por y para la música chicha, no porque la desconociera, sino porque en toda su existencia esta modalidad no estaba dentro de su circuito de producción musical como un componente del cual hacer uso para sus transmisiones y gestión musical. 

Estos son solo algunos de los cambios que ha venido experimentando el proceso de producción de la música chicha. Aún estamos con los efectos de la pandemia, con un aire menos enrarecido que cuando esta empezó, y ciertas licencias que nos dan las vacunas salvavidas, pero no sabemos cuánto de los cambios que estamos experimentando se mantendrán en el tiempo, cuando la situación se restablezca, ni sabemos qué rumbo tomará. Lo que sí se puede afirmar es que la virtualidad ya forma parte del proceso de producción de la música chicha, con transmisiones mixtas presenciales y virtuales al mismo tiempo. Lo que falta saber es cuánto más se intensificará su uso, y de qué lugares serán los nuevos consumidores chicheros.

 

 

 

 

Bibliografía

Chávez, Jorge. “Christian Yaipén: ‘Hasta que no haya vacuna, los conciertos con público no deben de volver’.” Entrevista. Revista Somos. El Comercio. (28 de julio de 2020). Disponible en: https://elcomercio.pe/somos/historias/grupo-5-christian-yaipen-hasta-que-no-haya-vacuna-los-conciertos-con-publico-no-deben-volver-pandemia-conciertos-coronavirus-noticia/. Último acceso: 15 de febrero de 2022.

Farfán, Nelly. Entrevista. 25 de febrero de 2022. Por Arturo Quispe Lázaro.

Coco Escalante [Jorge Luis Hermoza]. Entrevista. 23 de febrero de 2021. Por Arturo Quispe Lázaro.

ChacaWalter [Walter Iquise Salluca]. Entrevista. 2 de marzo de 2022. Por Arturo Quispe Lázaro

Pichirri. [Eduardo Meléndez]. Entrevista. 21 de febrero de 2021.  Por Arturo Quispe Lázaro.

Quispe Lázaro, Arturo. “Chicha y pandemia: hecatombe en la música tropical peruana”.  En Working in Music. International Research Network (marzo 2021). Disponible en: https://wim.hypotheses.org/1614. Último acceso: 15 de marzo de 2022.

Quispe Lázaro, Arturo.. “Música Chicha a la carta: Nuevas formas de organización musical en/post-pandemia”. En Working in Music. International Research Network (diciembre 2021). Disponible en: https://wim.hypotheses.org/1851. Último acceso: 15 de marzo de 2022.

Stein, Steve. Lima obrera 1900 – 1930. Tomo 1. Perú: El Virrey, 1986.

 



[1] Arturo Quispe Lázaro, “Chicha y pandemia: hecatombe en la música tropical peruana”, Working in Music. International Research Network (marzo 2021). Disponible en: https://wim.hypotheses.org/1614. Último acceso: 15 de marzo de 2022.

[2] Arturo Quispe Lázaro, “Música Chicha a la carta: Nuevas formas de organización musical en/post-pandemia”, Working in Music. International Research Network (diciembre 2021). Disponible en: https://wim.hypotheses.org/1851. Último acceso: 15 de marzo de 2022.

[3] Steve Stein, Lima obrera 1900 – 1930 (Perú: El Virrey, 1986) 13.

[4] Este planteamiento lo encontramos en Las culturas populares en el capitalismo de Néstor García Canclini, quien habla del proceso de producción social de la cultura en tres fases (México: Editorial Nueva Imagen,1982), 43-48. Una propuesta similar es de Teixeira Coelho en O que é ação cultural, quien postula un proceso de cuatro fases: producción, distribución, intercambio y consumo (Brasil: Editora Brasiliense, 2001), 74-75.

[5] ChacaWalter [Walter Iquise Salluca], Entrevista. 2 de marzo de 2022, por Arturo Quispe Lázaro.

[6] Pichirri [Eduardo Meléndez], Entrevista. 21 de febrero de 2021, por Arturo Quispe Lázaro.

[7] Ibid.

[8] “[El Grupo 5], primero dio un concierto en línea acompañado únicamente de una pista musical de fondo, que se volvió tendencia, pero en las últimas semanas se ha preparado junto a su equipo de músicos para dar un concierto virtual en vivo por Fiestas Patrias, asegurándose que la calidad del sonido y video nos permita vivir una experiencia memorable. Como si estuviéramos ahí mismo”. Jorge Chávez, “Christian Yaipén: ‘Hasta que no haya vacuna, los conciertos con público no deben de volver’”, Entrevista. Revista Somos. El Comercio, (28 de julio de 2020). Disponible en: https://elcomercio.pe/somos/historias/grupo-5-christian-yaipen-hasta-que-no-haya-vacuna-los-conciertos-con-publico-no-deben-volver-pandemia-conciertos-coronavirus-noticia/

[9]Un total de 16 personas fueron intervenidas por realizar una fiesta chicha en pleno estado de emergencia sanitaria. El hecho ocurrió en una vivienda del asentamiento humano San Fernando en San Juan de Lurigancho, hasta donde llegaron agentes de la Policía Nacional”, TVPe Noticias. “En [el distrito] SJL [San Juan de Lurigancho]: intervienen a 16 personas durante fiesta chicha”. TVPerú (5 de mayo de 2020). https://www.tvperu.gob.pe/noticias/locales/sjl-intervienen-a-16-personas-durante-fiesta-chicha. En Arequipa, sur del país, “la Municipalidad de Paucarpata [distrito de la provincia de Arequipa, al sur del país], mediante un operativo en conjunto a cargo de la Subgerencia de Desarrollo Económico Local, con apoyo de la Gerencia de Seguridad Ciudadana, y el Escuadrón Verde, clausuraron el local denominado “El Chaval”. De manera sorpresiva el personal ingresó al establecimiento aproximadamente a las 22:00 horas del último sábado, al interior se realizaba una fiesta chicha ocasionando malestar y zozobra en los vecinos del sector. El local se ubica en la Av. Villa Hermosa N° 803 del Pueblo Joven Miguel Grau parte alta del Distrito de Paucarpata.” Junior Cobarrubia, “Local ‘El Chaval’ fue clausurado por realizar fiesta chicha en Miguel Grau”, PQPaucarpata (30 de junio de 2020). https://munipaucarpata.gob.pe/local-el-chaval-fue-clausurado-por-realizar-fiesta-chicha-en-miguel-grau. “Durante la semana el presidente del Perú, Martín Vizcarra, señaló que todo tipo de reuniones se encuentran estrictamente prohibidas debido a que han sido el principal motivo del rebrote de la COVID-19. No obstante, al parecer no le ha quedado claro a todos y decenas de personas fueron intervenidas por la Policía Nacional del Perú, mientras se encontraban en plena fiesta en San Juan de Lurigancho.” Diario Líbero, “SJL [San Juan de Lurigancho]: Policía intervino a casi 90 personas en una fiesta con más de 10 cajas de cerveza". Libero (15 de agosto de 2020). https://libero.pe/ocio/1578083-coronavirus-peru-policia-interviene-fiesta-san-juan-lurigancho-personas-ebrias-cajas-cerveza-covid-19-sjl-jicamarca-noticias-pnp. Panamericana TV, "[Distrito] Los Olivos: cerca de 30 personas fueron intervenidas en ‘fiesta chicha covid’”, Dailymotion (Abril de 2021), disponible en https://www.dailymotion.com/video/x80f7x8

[10] Ver Quispe Lázaro, “Chicha y pandemia”

[11] Entrevista a Nelly Farfán. 25 de febrero de 2022.

[12] Entrevista a Eduardo Meléndez, “Pichirri”. Febrero de 2021.

[13] Entrevista a Walter Iquise, “ChacaWalter”. 2 de marzo 2022.

[14] Entrevista a Meléndez, febrero de 2021.

[15] Entrevista a ChacaWalter, 2 de marzo de 2022.

[16] Entrevista a Hermoza, febrero de 2021.