Puzzles sonoros y construcciones tímbricas: hacia una categorización de los parámetros de análisis de una producción fonográfica
Marco Antonio Juan
de Dios Cuartas
Revista
Argentina de Musicología, Vol. 23 Nro. 2 (2022): 34-51 ISSN
1666-1060 (impresa) – ISSN 2618-3072 (en línea)
Puzzles sonoros y construcciones tímbricas: hacia una categorización de los parámetros de análisis de una producción fonográfica
La producción fonográfica se representa como un
modo de expresión creativa que no se limita a la simple captura del sonido,
sino que lo transforma en base a un conjunto de decisiones que se debaten entre
la intuición artística y la mediación tecnológica. El estudio de los parámetros
sonoros de una producción fonográfica conlleva un análisis en profundidad de
las texturas que se forman dentro del proyecto multipista de un magnetófono o
de un software DAW. La tactilidad del
sonido en una grabación, en términos de Allan F. Moore (2012), depende de
múltiples factores que combinan parámetros musicales y técnicos, personalizados
en la acción del productor musical. El artículo revisa los principales
acercamientos que se han realizado al estudio de la producción musical desde la
musicología, proponiendo una categorización de los diferentes parámetros de
análisis y las dificultades que conlleva afrontar este objeto de estudio.
Palabras clave: producción fonográfica, timbre, análisis, ingeniero de sonido, productor.
Sound puzzles and timbre constructions: towards a categorization of the analysis parameters of a phonographic production
Phonographic production is represented as a
mode of creative expression that is not limited to the simple capture of sound,
but transforms it based on a set of decisions that are debated between artistic
intuition and technological mediation. The study of the sound parameters of a
phonographic production entails an in-depth analysis of the textures that are
formed within the multitrack project of a tape recorder or DAW software. The tactility of the sound, in the words of
Allan F. Moore (2012), in a recording depends on multiple factors that combine
musical and technical parameters, personalized in the action of the music
producer. The article reviews the main approaches that have been made to the
study of musical production from musicology, proposing a categorization of the
different analysis parameters and the difficulties involved in facing this
object of study.
Keywords: phonographic production, timbre,
analysis, sound engineer, producer.
La producción fonográfica como objeto de estudio
La
palabra producción asociada a la música conecta el desarrollo creativo con
procesos industriales que cuentan por lo general con unas fases sistematizadas,
y que permiten comercializar múltiples copias de un mismo producto. En la
cuarta acepción de la palabra “producción” en el Diccionario de la Lengua Española se menciona el término
“industria”, y como sinónimos de “producir” aparecen las palabras “originar”,
“fabricar” o “elaborar”. Pero la definición que más se acerca a nuestro objeto
de estudio es la sexta acepción del verbo: “facilitar los recursos económicos y
materiales necesarios para la realización de una película, un programa de
televisión u otra cosa semejante y dirigir su presupuesto”.[1] Podemos
considerar la producción musical como “esa otra cosa semejante” cuando se trata
de proporcionar los “recursos económicos y materiales necesarios”, aunque esta
definición deja de lado la vertiente artística de la producción musical. Hablar
de producción implica indudablemente hablar de “producto” como concepto que se
enfrenta al de “obra”. El diccionario alude también a su definición matemática
“multiplicación”, un factor determinante en el caso de la industria
discográfica: toda producción musical aspira a ser distribuida masivamente en
las audiencias.
La
producción, en cuanto actividad artística vinculada a un proceso de creación,
se entiende por lo general como una actividad colectiva en la que interviene un
equipo de especialistas que hacen posible el desarrollo de un concierto, de una
obra de teatro o de una grabación sonora. La importancia de la colectividad en
los procesos de producción fonográfica justifica la necesidad de analizar el
proceso, las diferentes fases, sus protagonistas y las acciones que se llevan a
cabo:
Lo que oímos cuando escuchamos música grabada no es solo un producto de la creatividad del músico, sino una interpretación emotiva producida en espacios particulares y a través de relaciones afectivas entre músicos, productores, ingenieros y tecnologías.[2]
La
naturaleza colectiva de los procesos de producción conecta con el concepto de “musicking” de Small.[3] En nuestro
objeto de estudio es tan importante el proceso como el resultado, y su análisis
resulta imprescindible para identificar los diferentes recursos humanos y
técnicos que se emplean con una finalidad artística. Pero esto no implica un
análisis dejando de lado el objeto musical: conocer el proceso se convierte
metodológicamente en una fase imprescindible para el estudio del objeto.
La
aparición de la grabación multipista y de técnicas como el overdubbing,[4]
es decir, la posibilidad de añadir nuevas pistas a pistas previamente grabadas,
generando una interpretación asíncrona de las canciones que podemos asociar con
el concepto de layers de Allan Moore,[5] frente a
la idea de “fotografía o imagen sonora” que proponen otros autores como Day[6] o
Sterne,[7]
supone un cambio de paradigma en la metodología de trabajo relacionada con la
grabación musical, aportando además nuevas posibilidades creativas relacionadas
con la edición sobre la propia cinta magnetofónica. De este modo, los aspectos
tecnológicos inherentes a la práctica de la grabación se convierten en
determinantes a la hora de analizar la performance en los trabajos
discográficos. Este hecho nos permite plantear otro importante concepto que
debemos asociar con la era analógica de la grabación magnetofónica, y que se
lleva evidentemente al extremo en la era digital, esa suerte de puzle que
conforman las producciones musicales cuya construcción se lleva a cabo de una
forma asíncrona, frente al concepto de “linealidad” de la interpretación
musical en vivo, es decir, la interpretación-grabación de una obra musical tras
otra incluyendo simultáneamente a todos sus ejecutantes.
El
acercamiento de los estudios de musicología al mundo de la producción
fonográfica, especialmente aquellos relacionados con el análisis de músicas
populares urbanas donde la tecnología adopta un papel relevante dentro del
proceso creativo, exige al investigador un conocimiento de los diferentes
dispositivos que intervienen en la cadena del audio, desde que el sonido se
origina en la fuente de manera mecánica (la vibración de las cuerdas vocales,
de una cuerda en un instrumento, de una columna de aire dentro de un tubo,
etc.) o de manera eléctrica (mediante un oscilador en un sintetizador), hasta
que se escucha finalmente en unos altavoces. Durante este proceso la señal de
audio se electrifica (en el estudio de grabación actual posteriormente se
digitaliza) y se moldea empleando diferentes recursos técnicos para convertirse
nuevamente en una señal acústica que nuestro cerebro codificará a través de
nuestros oídos. El resultado final de una producción discográfica se articula
en función de diferentes variables que van desde las herramientas técnicas a
las preferencias personales y la postura estética del ingeniero y/o productor.
Una retroalimentación constante, consecuencia de las continuas innovaciones
tecnológicas y de las nuevas propuestas creativas, condujeron a una evolución
significativa de las técnicas de producción en las últimas décadas:
Influenciado por cuestiones logísticas, las preferencias personales y la postura estética del proyecto que le ocupa, el ingeniero de grabación emplea una amplia gama de herramientas y técnicas para capturar, dar forma y combinar sonidos. Los ecualizadores manipulan el timbre; los retrasos digitales producen eco y proporcionan los medios para producir efectos tímbricos basados en eco como chorus y flanger; las simulaciones de reverberación proporcionan el ambiente; los compuestos texturales se ensamblan en la mesa de mezclas; y, por supuesto, las interpretaciones musicales son capturadas por los micrófonos.[8]
El
mayor o menor uso del potencial creativo de la logística de un estudio de
grabación nos lleva a una primera reflexión que afecta a las preferencias personales
y la postura estética a la que hace alusión Zak:
Algunos ingenieros de grabación prefieren la mayor transparencia posible. Desde este punto de vista, la selección del micrófono y la colocación adecuada, junto a una buena interpretación en un instrumento con un buen sonido, debería obviar o, por lo menos, minimizar, la necesidad de ecualizar, comprimir u otro procesamiento. Por otro lado, algunos ingenieros de grabación someten virtualmente cada sonido a tratamientos más o menos elaborados. (Ibíd.).
Esta
idea de Zak de la transparencia conecta con el concepto de mediación
transparente de Brøvig-Hanssen. La autora distingue cuatro estadios
en el proceso de mediación que se produce en la grabación sonora:[9]
1. La mediación inicial de la materia prima auditiva (la voz/cuerpo humano, instrumentos musicales tradicionales, samplers, instrumentos de software, cajas de ritmos, etc.).
2. La mediación utilizada para grabar y editar o procesar sonidos (micrófonos, amplificadores, mesa de mezclas, herramientas de edición, procesamiento de efectos, etc.).
3. Fonogramas y formatos multimedia (LP, CD, MD, DAT, MP3, etc.).
4. El medio de distribución (lectores y emisores de formato, amplificadores, cables, hablantes, el contexto de escucha, etc.).
Los dos primeros
estadios conectan directamente con las fases de una producción discográfica
tradicional, donde la fase de grabación, vinculada a la interpretación musical,
se diferencia de un estadio posterior protagonizado por los procesos correctivos
y creativos de la edición y de la mezcla. Pero en el contexto digital de las
DAWs, las estaciones de trabajo digital como Pro Tools, Ableton o Logic, la
primera fase y la segunda se fusionan acercando la definición de producción a
la de composición.
La mediación
transparente propuesta por Brøvig-Hanssen constituye en realidad un proceso
inevitable de mediación: aunque la grabación se intente alejar de todo
condicionante estético provocado por los dispositivos, prevalece una
interacción tecnológica que hace de filtro entre realidad y grabación. La
propia circuitería del hardware de un estudio de grabación aporta
inevitablemente un determinado porcentaje de THD (Total Harmonic Distortion),
armónicos que genera el dispositivo y que no estaban presentes en la señal
original, generando unas características tímbricas que comienzan a diferenciar
la captura del instrumento en la grabación de su sonido original. La elección
de uno u otro micrófono o preamplificador y sus características será
determinante para conseguir un mayor o menor porcentaje de realidad.
Por el contrario, la
mediación opaca se convierte en elemento estético determinante en el análisis,
y pasa a formar parte del discurso musical actuando sobre diferentes parámetros
y aportando las características que definen en muchos casos diferentes géneros
de la música popular.
El diccionario de la
Real Academia de la Lengua Española identifica el verbo mediar con la idea de
interceder entre dos hechos o dos momentos determinados. En el proceso de grabación
y mezcla, el flujo de la señal de audio recorre de forma consciente diferentes
caminos, sigue un esquema, responde a la estrategia del ingeniero-productor
pasando por diferentes dispositivos que median entre el emisor que origina el
sonido y el receptor/res que lo recibe/n. La idea de esculpir el sonido está de
este modo implícita en el proceso de producción, pero la mediación tecnológica
en la producción musical va mucho más allá de una alteración, es su condición
de posibilidad:[10] la
mediación tecnológica la hace posible e intercede en la interpretación.
La utilización de
técnicas de producción relacionadas con la modificación de parámetros sonoros
provoca de igual modo una separación entre la práctica creativa de la edición y
el procesamiento de la señal de audio, y la realidad
performativa de la interpretación
original. Los diferentes artificios de la producción musical generan un
nuevo discurso estético que nos acerca a la idea de “caricaturas sonoras”,[11]
donde los diferentes niveles de realismo reconocibles en una producción musical
responden a un modelo tecnológico-evolutivo relacionado con la constante
negociación entre realidad e irrealidad. Los procesos de producción de audio
varían el discurso original de la performance, pero también generan
nuevos discursos. Podríamos de este modo relacionar el término “producción
performativa” con otros conceptos como el de “composición performativa”,[12]
acercando la figura del productor musical a la del compositor[13]
y la grabación como obra.[14]
[15]
El productor selecciona
los dispositivos de mediación con una finalidad preestablecida desde la idea de
“orquestación”, de “arreglo”: a partir de una idea musical inicial se
introducen modificaciones para enriquecer el discurso. Del mismo modo que el
compositor tradicional toma decisiones relacionadas con la instrumentación para
añadir una mayor o menor carga expresiva (mayor o menor masa instrumental), el
productor musical utiliza los dispositivos de mediación tecnológica con el
mismo objetivo. De este modo, el estudio de la mediación tecnológica en la
producción musical conlleva un acercamiento organológico al análisis: del mismo
modo que la organología intersecta con los estudios de composición y
orquestación o el estudio y análisis de la interpretación, podrían
identificarse los diferentes dispositivos de producción como parte de una
organología vinculada al estudio de grabación, donde micrófonos, compresores o
ecualizadores se convierten en instrumentos.
La
producción fonográfica emplea estos dispositivos para desarrollar un discurso
musical, algo que pretendo conectar con la idea que propone Bernard Sève[16]
sobre la máquina como “transformador de energía”. Sève establece una relación
entre un tipo de energía (muscular) y otra (sonora), una acción entre
instrumentista e instrumento que no es mecánica. La acción del ingeniero-productor
requiere girar un potenciómetro, deslizar un fader, también convierte un
tipo de energía muscular en eléctrica generando cambios en la circuitería
electrónica de los dispositivos.
En
consecuencia, podemos estudiar la producción discográfica como proceso y como
objeto. En este sentido, Butler propone una mirada integral a las diferentes
dimensiones que conforman la grabación sonora como objeto de análisis: “las
interacciones de la producción discográfica, los valores estéticos, la
composición de canciones y las preocupaciones comerciales que determinan
conjuntamente ese objeto”.[17] El
proceso de creación colectivo inherente a la producción fonográfica posibilita
la incursión etnográfica para abordar determinados casos de estudio, observando
las prácticas del estudio de grabación y proporcionando relatos directos a
partir de la experiencia del investigador en su trabajo de campo. El estudio
etnográfico de la producción musical facilita el acercamiento organológico
necesario para la identificación sonora y la discriminación de parámetros en el
fonograma. Por otro lado, un trabajo historiográfico y de documentación es
imprescindible para trazar un eje cronológico que permita comprender el mayor o
menor uso de un determinado dispositivo o la relación de este con géneros
musicales, estudios de grabación o discográficas.
El
acercamiento desde la etnografía o la documentación permite abordar un análisis
cuantitativo del objeto sonoro sin que este constituya un elemento aislado,
teniendo en cuenta que se trata de un producto que forma parte de una industria
en torno a la comercialización de esas grabaciones. Al definir una “musicología
de la producción” como campo de estudio Alan Moore escribe:
[Se] necesitaría abordar las consecuencias musicales de las decisiones de producción, o las consecuencias que acompañan a la relación cambiante entre las decisiones de producción y las decisiones de los músicos sobre su práctica performativa. Las decisiones de producción las toman principalmente los productores (que también pueden ser los músicos involucrados en dicha producción) y, en segundo lugar, los ingenieros que son responsables de las decisiones que median lo que los músicos hacen con lo que los oyentes escuchan. Es de los resultados musicales de estas decisiones de lo que se ocuparía una musicología de la producción.[18]
Aunque
un análisis gráfico-sonoro con un software especializado nos permite
estudiar los resultados musicales de estas decisiones de productores e
ingenieros, este análisis presenta dos dificultades principales: por un lado,
en muchos casos difícilmente podemos identificar los modelos originales de los
dispositivos que permiten esta mediación tecnológica, y por otro, la
musicología debe desarrollar herramientas de análisis que permitan interpretar
esos datos.
Hacia una categorización de los parámetros de análisis de una producción fonográfica
Como
ya ha sido señalado, la complejidad de la información presente en una
producción musical hace insuficiente una única herramienta de análisis para
afrontar su estudio. El acercamiento metodológico a la producción musical como
hecho artístico debe afrontarse desde una perspectiva interdisciplinar y
adoptando un análisis combinado que incluirá dos métodos diferentes:
• Análisis a partir de la escucha activa: conlleva, por una parte, la transcripción de elementos musicales y su representación gráfica a través de la notación convencional; y por otra, la representación visual de los elementos mediante gráficos y esquemas. Este tipo de análisis exige un entrenamiento auditivo específico que permita un reconocimiento tímbrico preciso.
• Análisis a partir de software especializado: se trata de mediciones “automáticas” mediante el uso de determinadas herramientas, pero que deben ser interpretadas y que exigen, por lo tanto, el domino de conceptos asociados a ellas.
El
problema que plantea nuestro acercamiento analítico reside en la carencia de
una estandarización metodológica. Aunque los códigos inherentes a la notación
musical tradicional están claramente establecidos, en el caso de la producción
musical no existen unos códigos estandarizados que nos permitan seguir y/o
analizar una grabación a partir de un documento gráfico. Aunque lógicamente una
investigación musicológica basada en el análisis notacional no necesita aclarar
la terminología propia de la disciplina, en nuestro caso de estudio es
necesario aclarar y definir conceptos relacionados con lo que podríamos
denominar el arreglo de producción,
esto es, el uso de los dispositivos de procesamiento de la señal de audio con
una finalidad estética, cuyo uso personalizado redundará en el resultado
artístico final de la producción y permitirá establecer relaciones con otras
producciones y/o llevar a cabo análisis comparativos que permitan establecer la
marca de agua de uno u otro productor
musical.
En
este sentido, uno de los mayores problemas con los que se ha encontrado el
estudio de la producción musical desde la musicología es la falsa creencia que
relaciona este campo de estudio musicológico con la experiencia profesional
técnica. Del mismo modo que no es necesario ser compositor para estudiar la
música en el cine, ni instrumentista para estudiar a un intérprete, el estudio
de la producción desde la musicología conlleva la asimilación de conceptos
previos para el análisis del investigador, pero no le obliga a partir de una
experiencia profesional previa.
Algunas
referencias destinadas a la formación del productor musical como el manual de
Hepworth-Sawyer y Golding,[19]
proponen un esquema de análisis (denominado por los autores “listening framework”) de una producción
musical en base a los siguientes parámetros:
1. Rhythm [ritmo]:
• Time Signature [compás]
• Groove [ritmo]
• Syncopation [síncopas]
• Bass [bajo]
-Root Notes [grados tonales]
2. Arrangement, Chord Structure & Backing [arreglo, estructura acórdica y acompañamiento]:
• Instrumentation [instrumentación]
-Main Feeder [elemento principal]
-Accompaniment [acompañamiento]
• Structure [forma]
• Emotional Architecture [arquitectura emocional]
• Dynamics and interplay [dinámica e interacción]
-Automation [automatización]
3.Sound Quality [calidad de sonido]
• Balance [Balance] (Macro)
-Width [anchura]
-Height [altura]
-Depth [profundidad]
•
Micro
Sonic Quality [calidad microsónica]
-Capture [captura]
-Alteration (editing) [alteración (edición)]
-Processing [procesamiento]
-Automation [automatización]
Lo que los autores plantean es, en definitiva, un doble acercamiento al análisis de una producción musical: por una parte, desde una perspectiva musical “tradicional” (primer y segundo nivel de análisis), y por otra desde una perspectiva “técnica” (tercer nivel de análisis). El parámetro principal del primer nivel de análisis de Hepworth-Sawyer y Golding es el ritmo, que nos lleva a un acercamiento al análisis de los elementos de una grabación de autores como Alan Moore.[20] Moore centra su observación en la identificación de los instrumentos que suenan, cómo funcionan en su conjunto y dónde aparecen ubicados dentro de la grabación. Distingue de este modo tres categorías de análisis: las capas funcionales (“functional layers”), la caja acústica (“soundbox”) y el timbre.
En cuanto a la primera categoría, las capas funcionales (functional layers), de acuerdo con Moore es más fructífero no comenzar el análisis a partir de los instrumentos en sí mismos sino de las funciones que realizan dentro del tejido musical. Las músicas populares según Moore presentan una fuerte tendencia a mostrar cuatro capas de textura: la “capa explícita de ritmo” (explicit beat layer), la “capa funcional de bajo” (functional bass layer), la “capa melódica” (melodic layer) y la “capa de relleno armónico” (harmonic filler layer).
La
función principal de la primera capa, “capa explícita de ritmo”, es articular
un patrón rítmico explícito que constituye el groove principal del tema.
Moore considera esta capa conformada por diferentes elementos rítmicos como un
todo. Normalmente esta es la función del “set de batería” y, en opinión del
autor, su aspecto principal es que se trata normalmente de una capa sin
afinación. El “set de batería” forma parte de lo que Moore denomina “caja
explícita de ritmo”, se configura meticulosamente en la fase de pre-producción
y constituye un elemento fundamental tanto en la fase de grabación como en la
de mezcla y, por lo tanto, en el archivo sonoro que finalmente escuchamos. Esta
configuración consiste en la elección del “set de batería” adecuado para esa
producción, la “afinación” de la batería, y la elección y ubicación de los
micrófonos que permitan obtener el sonido deseado por el productor. El proceso
de elección e instalación del “set de batería” es normalmente el primer paso en
una producción, ya que muchos productores prefieren lograr una buena pista
rítmica antes de comenzar con el overdubbing de otros instrumentos. De
este modo, las características tímbricas o la envolvente de los diferentes
elementos del set de batería se asocian a corrientes de producción o géneros
musicales definidos: cajas más rockeras y agresivas, bombos con mucho cuerpo característicos
del R'n'B, etc.
Por
su parte, Bobby Owsinski considera que la mezcla multipista no debe ser
concebida a partir de instrumentos individuales sino de su papel en conjunto
dentro de la misma. De este modo prefiere no hablar de instrumentos sino de
“elementos del arreglo” (arrangement elements): “Generalmente, un grupo
de instrumentos que tocan exactamente en el mismo ritmo puede ser considerado
un solo elemento”.[21]
Un
“elemento del arreglo” puede consistir en un solo instrumento (una guitarra solista
o una voz) o puede ser un grupo de instrumentos (batería-bajo, una línea de
guitarra duplicada o un coro). Owsinski clasifica los elementos básicos de un
arreglo de producción en cinco categorías:
•
The foundation
(base): generalmente compuesta por la batería y el bajo, aunque también puede
incluir una guitarra rítmica y/o un teclado si estos ejecutan las mismas
figuras rítmicas que la sección rítmica protagonizada por batería y bajo. El
autor señala como excepción los power trios donde la foundation está
formada solamente por la batería, ya que el bajo por lo general tiene que
desempeñar una figura rítmica diferente para rellenar el sonido de la banda. En
estos casos, el bajo se convierte en su propio elemento.
• The pad (colchón): un pad es una nota “sostenida” en el tiempo o un acorde que añade una especie de pegamento en el arreglo y, por lo tanto, en la mezcla. Antes de la llegada de los sintetizadores, el órgano hammond proporcionaba el mejor pad y más tarde se le uniría el Fender Rhodes. Los sintetizadores proporcionan en la actualidad la mayoría de los pads, pero unas cuerdas “reales” o un power chord de guitarra pueden cumplir también este papel.
• The rhythm (ritmo): el elemento rítmico puede provenir de cualquier instrumento que juega en contra de la base o foundation. Esto puede ser un shaker o una pandereta a doble tiempo, un rasgueo de guitarra rítmica haciendo un ritmo de fondo, unas congas, etc. El elemento rítmico se utiliza para añadir emoción y movimiento a la pista y, si se prescinde de él, la pista perderá algo de vida y energía.
•
The lead
(solista): una voz principal o un instrumento con un papel solista.
• The fills (rellenos): los rellenos o fills ocurren generalmente en los espacios entre las líneas solistas y siguen un patrón de pregunta y respuesta. El relleno corresponde por lo tanto a pequeñas contestaciones al lead, por ejemplo, un saxo o una guitarra solista que contesta al cantante con una pequeña frase.
Aunque
pueden establecerse ciertas similitudes entre la clasificación de las capas de
Moore y los elementos del arreglo de Owsinski, este último centra su
clasificación en las características rítmicas, en su simultaneidad temporal,
dejando de lado unos aspectos armónicos que Moore conecta en su análisis con la
tradición clásica. Este hecho lleva a Moore a separar la “capa explícita de
ritmo” de la “capa funcional de bajo”, atendiendo al papel de pilar armónico
que cumple para sustentar el resto de las voces que se crean con el resto de
instrumentos armónicos presentes en la producción. Owsinski prioriza el plano
rítmico teniendo en cuenta aspectos técnicos y el hecho de que una amplia
mayoría de las producciones musicales de pop y rock plantean el bombo del “set
de batería” y la línea de bajo como un elemento rítmico único. Por otra parte,
el bombo y el bajo poseen unas características frecuenciales similares que
provocan que estos dos elementos, cuando se simultanean en el tiempo, se
enmascaren con facilidad exigiendo un especial tratamiento durante el proceso
de mezcla.
Hepworth-Sawyer
y Golding, a diferencia de Moore y siguiendo un esquema de análisis similar al
de Owsinski, consideran la sección rítmica como un todo que incluye no solo el set
de batería sino también la línea de bajo (analizando incluso los grados
tonales por los que este se mueve dentro de la producción). El bajo adquiere en
el análisis un papel rítmico relevante, dejando en un segundo plano su papel
tradicional de pilar armónico de la composición (aunque evidentemente siga
manteniendo esta función). El resto de los parámetros señalados por los
autores, como el groove de esa base rítmica o las síncopas empleadas
para generarlo, forman parte de lo que Owsinski denomina foundation como
primer elemento del arreglo de una mezcla.
El
segundo nivel de análisis de Hepworth-Sawyer y Golding viene determinado por el
arreglo, la estructura acórdica y el acompañamiento de la producción musical.
Utilizando la teoría de las capas de Owsinski el elemento principal (Main
Feeder) señalado por Hepworth-Sawyer y Golding estaría representado en la
mezcla a través del lead, por ejemplo, en la mayoría de las producciones
pop-rock sería la voz ubicada en el centro del campo estéreo. El acompañamiento
estaría representado por el resto de los instrumentos que llevan a cabo la armonía
del tema (guitarras, teclados, etc.) y que, en la categorización de capas de
Owsinski, serían los elementos pad o rhythm. Otro parámetro de
este segundo nivel de análisis está representado por la forma del tema. En
realidad, el análisis de la forma de un tema pop-rock convencional no
ofrece un gran interés musicológico, teniendo en cuenta que repite
reiteradamente la secuencia estrofa–estribillo, añadiendo en algunos casos
otras secciones como la introducción, el solo o el middle eight. Lo
realmente interesante es el estudio del “arreglo de producción” en función de
la estructura o, lo que es lo mismo, el uso de recursos técnicos de manera
creativa complementando técnicas compositivas tradicionales como el contraste
entre secciones. De este modo, el productor musical tiene en sus manos la
posibilidad de ampliar los recursos compositivos con prácticas ligadas al uso
de la tecnología, utilizando diferentes técnicas para generar esos contrastes:
sonido limpio frente a distorsión, pobreza de armónicos frente a riqueza de
armónicos, imagen mono o imagen estéreo pobre frente a una gran apertura del
campo estéreo, etc.
Este uso de recursos tanto musicales como técnicos destinados a dar continuidad y mantener el interés del oyente está directamente relacionado con otro de los parámetros señalados en el esquema de análisis propuesto por Hepworth-Sawyer y Golding: la arquitectura emocional (Emotional Architecture). Se trata de detectar en la producción lo Belkin define en su manual de composición como “técnicas para un flujo musical satisfactorio”.[22]
Pero
es en el tercer nivel de análisis donde Hepworth-Sawyer y Golding afrontan el
análisis de una producción musical desde una perspectiva técnica a partir del
concepto de “calidad de sonido”. En la producción musical se establece por lo
general una relación entre “calidad de sonido” y características tímbricas. Lo
que escuchamos en una producción estándar de música popular no es por lo
general un instrumento solitario sino la masa sonora representada por un conjunto
de instrumentos, y cuyas características no dependen única y exclusivamente de
estos. El reconocimiento tímbrico, tal y como señala Goodwin,[23]
depende en parte de la comprensión de las asociaciones unidas a cualquier
sonido dado. El contenido tímbrico está influido por factores tanto
tecnológicos como artísticos y, de acuerdo con Izhaki,[24] se
desarrolla en dos niveles diferentes: un nivel “macro” (macromixing) y
un nivel “micro” (micromixing). La mezcla a nivel “micro” está
relacionada con el tratamiento individual de cada instrumento mientras que el
nivel “macro” se refiere a la mezcla global. La labor del ingeniero con cada
elemento individual (en una primera fase), con grupos de elementos (en una
segunda fase) y con el master (en una tercera fase) contribuyen a
aportar el timbre definitivo del archivo sonoro que finalmente escuchamos.
Aunque no deja de ser interesante un acercamiento de tipo etnográfico a las
dinámicas de trabajo del ingeniero de audio en su proceso de construcción de la
mezcla, el acercamiento musicológico al análisis de la grabación es deductivo.
En consecuencia, el acercamiento al análisis tímbrico de una producción por
parte del musicólogo se realiza sobre el master. Moore señala cómo la
diferencia entre el “rock” y el “pop” puede explicarse también en términos
tímbricos, a partir del uso de guitarras distorsionadas u otros recursos de
producción que pueden llegar a definir uno u otro género. El autor manifiesta
su visión del parámetro tímbrico en los siguientes términos:
Pero ¿podemos hacer algo más que simplemente reconocer la calidad de un sonido particular? Creo que podemos. Las preguntas más importantes que debemos hacernos acerca del timbre, y que contribuyen a su significado, una vez más se refieren a las desviaciones de las normas implícitas. Tales modificaciones tienden a operar en varios niveles: desde ‘más dura’ a ‘suave’, de ‘más delgado’ a ‘más grueso’, de ‘más distanciada’ (es decir, controlado) a ‘más indulgente’. Y hay necesariamente una dimensión histórica a este esquema, también. Los primeros sintetizadores inevitablemente sonaban "antinatural" a sus oyentes. Algunos años después, los sonidos de las máquinas básicas se han naturalizado, en la medida en que pueden a su vez ser objeto de modificación.[25]
Existe indudablemente una dimensión histórica en nuestra percepción tímbrica que nos lleva a “naturalizar” sonidos a priori ajenos a nuestro ideario sonoro colectivo. La reflexión planteada por Moore es perfectamente extrapolable a diferentes estudios de caso, como la diferencia entre el sonido inglés y el sonido americano en la producción, o el intenso debate generado a partir del sonido analógico y el sonido digital, si el análisis se lleva a cabo desde la perspectiva del oyente. Este proceso de “naturalización” en nuestra percepción tímbrica constituye el leitmotiv de la experiencia sonora que acompaña a la evolución tecnológica constante de los formatos de grabación y reproducción hasta nuestros días, y debe tenerse presente a la hora de analizar la actitud del oyente frente a grabaciones que han de contextualizarse correctamente en su época para un análisis riguroso.
Respondiendo
a la cuestión planteada por Moore, no solo podemos reconocer la calidad de un
sonido en particular en función de su riqueza tímbrica, sino que debemos
considerar el timbre como un parámetro cuya potencialidad ha sido aprovechada
desde una perspectiva artística en el campo de la producción musical
asociándola a otros parámetros musicales o, visto de otro modo, constituyendo
un parámetro musical más.
Los
instrumentos que generan el sonido acústicamente, utilizando como elemento
oscilador cualquier tipo de elemento (cordófonos, membranófonos, aerófonos o
idiófonos) junto a las aportaciones tímbricas del elemento resonador (cajas de
resonancia, tubos, etc.) han conseguido definir al final de su evolución
organológica los códigos tímbricos que se asocian de manera invariable a un
determinado instrumento: el violín suena a violín y, generalmente —al menos
dentro de la música clásica no experimental—, no se realizan cambios drásticos
en su contenido tímbrico a lo largo de obra, basta con señalar el nombre del
instrumento en su parte correspondiente al inicio de la partitura orquestal.
Pero
los avances tecnológicos han hecho posible la manipulación tímbrica de la señal
de audio —en su proceso de electrificación/digitalización—, añadiendo una
potencialidad discursiva de este parámetro dentro del lenguaje musical que nos
obliga a discernir entre dos tipos de aportaciones tímbricas. En primer lugar,
el contenido armónico generado a partir de la interacción de determinados
dispositivos en el camino de la señal hacia los altavoces. Esta aportación
tímbrica está relacionada con la selección de determinados dispositivos en el
proceso de producción, pero no permite la interacción hombre-máquina.
En
segundo lugar, hay que considerar el contenido armónico generado a partir de la
interacción hombre-máquina. El ingeniero y/o productor se sirve de diferentes
dispositivos para cambiar el contenido armónico de la señal. La manipulación
tímbrica forma pasa a formar parte de este modo de las técnicas de producción
y, por lo tanto, del propio proceso de composición a través de diferentes
recursos como la ecualización o la compresión.
Conclusiones
La
producción musical representa un nuevo campo de estudio dentro de la
musicología que necesita una sistematización de los principales parámetros
análisis. Las acciones técnicas de ingenieros y/o productores generan discursos
musicales que conectan en muchos casos con las características de diferentes
géneros de la música popular. La idea del arreglo
de producción adquiere un peso específico en las acciones del
ingeniero-productor, que asimila su trabajo como una parte más de la actividad
creativa dentro del estudio de grabación, equiparando sus acciones a las del
arreglista. La identificación por parte del investigador de los dispositivos
que forman parte de esa mediación tecnológica justifica acercamientos
metodológicos como el etnográfico o el trabajo desde el archivo. La diferencia entre
proceso y objeto, representado finalmente por el fonograma, representa la base
del acercamiento metodológico al análisis de la producción musical desde la
musicología aportando los parámetros de análisis necesarios para su estudio.
Referencias
bibliográficas
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[1] Se puede
consultar la entrada del diccionario online en: https://dle.rae.es/producir
[2] Chris Gibson, “Recording Studios:
Relational Spaces of Creativity in the City”, Built Environment 31, nro.
3 (2005): 192.
[3] Christopher
Small, Musicking: The Meanings of Performing and Listening (London:
Wesleyan University Press, 1998).
[4] Consiste en añadir partes nuevas (unas guitarras,
un arreglo de cuerdas, unos coros, etc.) a una base previamente grabada
(normalmente una sección rítmica). El overdubbing como método de
grabación solamente ha sido posible a partir de la incursión del magnetófono de
bobina abierta dentro del estudio de grabación.
[5] Moore,
Op. Cit.
[6] Timothy
Day, Un siglo de música grabada (Madrid: Alianza Editorial, 2022).
[7] Jonathan Sterne, The Audible Past: Cultural
Origins of Sound Reproduction (Durham: Duke University Press, 2003).
[8] Albin Zak, The Poetics of Rock:
Cutting Records, Making Tracks (Berkeley: University of California Press,
2001), 107.
[9] Ragnhild Brøvig-Hanssen, “Opaque Mediation: The Cut-and-Paste Groove in DJ Food’s ‘Break’” En Musical Rhythm in the Age of Digital Reproduction, ed. Anne Danielsen. (Surrey: Ashgate, 2010), 160.
[10] Agnès Gayraud. Dialectique de la pop (Paris: Éditions La Découverte, 2018).
[11] Simon Zagorski-Thomas. The
Musicology of Record Production (Cambridge: Cambridge University Press,
2014).
[12] Alejandro Madrid, “¿Por qué música y
estudios de performance? ¿Por qué ahora?”, Revista Trans 9
13 (2009): s/n. https://www.sibetrans.com/trans/article/1/why-music-and-performance-studies-why-now-an-introduction-to-the-special-issue
(Último acceso: 30 de setiembre de 2022)
[13] Virgil
Moorfield, The Producer as Composer: Shaping the Sounds of Popular Music: From
the Illusion of Reality to the Reality of Illusion (Cambridge: MIT Press,
2005).
[14] Gayraud, Op. Cit.
[15] Héctor Cavallaro, “De la escritura musical a la grabación: ontologías y material”, Cuadernos de Etnomusicología 15, nro. 2 (2020): 57-78.
[16] Bernard
Seve, El instrumento musical: un estudio filosófico (Barcelona: Acantilado, 2018).
[17] Jan Butler, “The Beach Boys’ Pet
Sounds and the Musicology of Record Production”, en The Art of Record Production: An Introductory Reader for a New Academic
Field (Farnham: Ashgate, 2012), 223.
[18] Moore, Song Means, 99.
[19] Russ Hepworth-Sawyer y Craig Golding,
Craig, What is music production. (Oxford: Focal, 2010).
[20] Moore, Op. Cit.
[21] Bobby Owsinski, The mixing
engineer's handbook (Boston: Thomson Course Technology, 2006), 12.
[22] Alan Belkin, A
Practical Guide to Musical Composition (2008): 24 y ss. Disponible en https://alanbelkinmusic.com/bk/F.pdf . Último acceso: 30 de setiembre de 2022.
[23] Andrew Goodwin. “Sample and hold:
pop music in the digital age of reproduction”, en On Record: Rock, Pop and the Written Word (London: Routledge,
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[24] Roey Izhaki, Mixing Audio:
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[25] Moore, Song Means, 45.