Ayez, Mademoiselle, le Courage d’être Savante.
Genio,
música y mujeres en el pensamiento de Diderot
Miriam Bastos Marzal
Revista
Argentina de Musicología, Vol. 24 Nro. 1 (2023): 78-93 –
ISSN 2618-3072 (en línea)
—
Fecha de recepción: 01/03/2023. Fecha de aceptación:
28/04/2023
1. Introducción
La obra filosófica de Denis
Diderot (Langres, 1713-París, 1784), inscrita en la corriente más radical del pensamiento ilustrado,
lleva hasta sus últimas consecuencias los conceptos de igualdad y universalidad
de la razón humana. De esta manera, elimina de su discurso cualquier
justificación de la situación que padecen las mujeres de su tiempo. Al
contrario que Kant o Rousseau, Diderot no considera que la supuesta
inferioridad intelectual de las mujeres sea un rasgo impuesto por las leyes de
la naturaleza, sino fruto de la
insuficiente educación recibida por éstas.
Quizás pretendiendo
utilizar la educación como herramienta de cambio de esa injusta situación que
con tanta insistencia denunciara, cuando su hija Angélique (París, 1753-1842)
cumple nueve años él mismo se hace cargo de su formación.[1] Más tarde
decidirá que, además de estudiar anatomía humana, física e historia, reciba una
sólida formación de teoría musical con Anton Bemetzrieder (Dauendorf,
1739-Londres, 1808).[2]
En 1771 aparece publicado en París el tratado
Leçons de clavecin
et principes d’Harmonie,
par M. Bemetzrieder, obra didáctica que versa
sobre los principios de armonía aplicados al arte de improvisar y acompañar al
clavecín. Aunque en el título figure Bemetzrieder
como autor, actualmente no existe ninguna duda de que fue Denis Diderot el
responsable de la redacción final de este tratado, donde vertió el contenido
teórico de las clases impartidas por el músico alemán a Angélique entre los
años 1769 y 1771. Probablemente con el fin de demostrar la eficacia del método
de enseñanza seguido por su hija, el filósofo hace referencia en el prefacio a
un preludio para clave compuesto por ella. A lo largo de la obra se suceden
continuas referencias al genio musical, sin que Diderot contemple la
posibilidad de que su hija pueda dejar de ser considerada como tal por el hecho
de ser mujer.
La pieza impresa con su nombre …, ya sea buena o
mala, es suya; melodía, bajo y cifrados. La obra de M. Bemetzrieder
permite alcanzar ese nivel, y todo alumno que lo posea puede aspirar a llegar
aún más lejos, si posee cabeza y genio.[3]
Aunque el pensamiento de Diderot se inscribe en el racionalismo
ilustrado, su representación de la naturaleza del genio conecta en algunos
aspectos con el modelo a partir del cual la estética romántica construirá la
idea de que la creatividad artística en general —y el genio en particular— es
una prerrogativa exclusiva del sexo masculino. Este modelo se convertirá en un
elemento clave en la crítica feminista de la historia de la literatura, la
música y el arte que explicaría la exclusión de las mujeres del “relato
oficial”.
Tomando como punto de partida el entramado
ideológico que sostiene los conceptos
actuales de arte y artista, Linda Nochlin lanza su
famosa pregunta Why Have
There Been No Great Women Artists? para destacar
la naturaleza aparentemente milagrosa, indeterminada y antisocial del arte. Su
reflexión le lleva a cuestionar la enunciación misma de esta pregunta a la vez
que a denunciar las carencias de medios que han padecido las mujeres para
formarse profesionalmente.[4]
Siguiendo la estela de la crítica del arte, la musicología feminista, en
trabajos como los de Marcia Citron o Susan McClary, ha abordado la figura del genio y su conexión con
la creación de un repertorio formado por obras pertenecientes a un canon del
cual se han visto excluidas las mujeres, en gran parte por la imposibilidad de
ser consideradas “geniales”.[5] Sin
embargo, todos estos estudios han recurrido a la representación del genio
elaborada por la estética romántica sin plantearse la cuestión de cómo fue
formulado por el pensamiento ilustrado.
En el artículo —ya clásico— de Herbert Dieckmann encontramos un exhaustivo análisis del concepto
de genio en Diderot.[6] Más
tarde, Edward Lowinsky aportará una lúcida y original
visión de la evolución histórica del genio musical al demostrar su estrecha
relación con la evolución de la propia creación musical.[7]
Citamos por último un interesante estudio sobre la originalidad como nueva
categoría estética llevado a cabo por Roland Mortier,
que nos proporciona asimismo valiosas claves acerca de la idea del genio en el
siglo XVIII.[8] Hay
que destacar que ninguno de estos autores plantea un análisis de este concepto
en la obra de Diderot desde
una perspectiva de género.
No obstante, el sexo era un aspecto relevante en el
concepto de genio ilustrado, y, como demostramos en el presente estudio,
precisamente es aquí donde Diderot se muestra más original. Si bien durante la
segunda mitad del siglo XVIII pensadores como Kant o Rousseau ya se refieren a
la imposibilidad de que existan mujeres de genio, el radical sentido de la
igualdad que late tras el pensamiento diderotiano
abre la posibilidad de que la condición de genio pueda manifestarse en
cualquier ser humano, sea hombre o mujer.
Puesto que la musicología feminista siempre ha
tomado como referencia la representación romántica del genio, creemos necesario
ir un poco más atrás en el tiempo para estudiar la evolución de esta figura. En
este sentido, la aportación de Diderot abre nuevas perspectivas de análisis ya
que, a pesar de que su visión del genio presenta rasgos que podríamos
considerar ‘románticos’, veremos cómo en su producción filosófica genialidad y
condición femenina no son conceptos excluyentes y cómo su reflexión conecta de
un modo casi profético con el pensamiento feminista más actual.
Se trata de una cuestión que, aun sin
pertenecer al ámbito puramente musical, está necesariamente relacionada con él
en la medida en que tan solo un estudio que contemple aspectos no sólo
estéticos sino también ideológicos de la figura del genio permitirá profundizar
en la naturaleza y alcance de las limitaciones sufridas por las mujeres
compositoras hasta bien entrado el siglo XX.
2. El genio en el pensamiento ilustrado
La especulación estética del siglo XVIII
oscila entre los polos de la razón y el sentimiento, del innatismo y el
empirismo, entre una definición objetiva de la belleza y una concepción
subjetiva del gusto. Si las nociones clásicas de armonía, proporción, composición o perspectiva continúan siendo el
centro de las discusiones estéticas, las nociones de genio, entusiasmo,
originalidad o afecto ocupan un lugar cada vez más importante, desencadenando
una profunda mutación en la escala de valores estéticos.[9] Entre los
años 1740 y 1770 el cuestionamiento del concepto de mimesis produce un
cambio radical en una serie de ideas sobre el arte que hasta entonces se habían
considerado inmutables. La estética del Siglo de las Luces es, pues, tributaria
tanto de la noción de “imitación” como de las de “originalidad” y “genio”: la
oposición entre mimesis y originalidad llegará a un punto sin retorno
desde el momento en que el peso de la tradición es sentido más como freno que
como estímulo, “…cuando la imitación es asimilada a una dependencia servil que
frena al genio en vez de permitir su desarrollo”.[10]
En el último tercio
del siglo XVII, el académico Charles Perrault (París, 1628-1703) había
anticipado: “el
alma del poeta queda iluminada por sí misma”.[11]
El enthousiasme abandona su condición de
influjo misterioso, de súbita irrupción de lo sagrado, para convertirse en un
concepto laico adscrito a la psique del ser humano y referido tanto a la
imaginación como a la emoción.
A mediados del siglo XVIII ya encontramos en
el idioma francés dos expresiones que ponen de manifiesto una diferencia fundamental
en la concepción del genio: avoir du génie (tener genio) y être
un génie, un homme
de génie (ser un genio). Mientras que la primera
no tiene por qué suponer un cambio en la concepción acerca de la posición del
hombre en el mundo, la segunda crea una estrecha relación entre el individuo y
el don e identifica al varón con éste: “Être un génie significa que una extraordinaria fuerza se ha
encarnado en un hombre y constituye una identidad que está indisolublemente
conectada con su naturaleza íntima y con su historia, lo cual le concede una
situación única entre los hombres”.[12] Du Bos, por ejemplo, hablará de “…la cualidad
de la sangre junto con la afortunada disposición de los órganos”.[13]
Será esta transformación del genio en hombre
excepcional esbozada en el último tercio del siglo XVIII la que haga posible su
elevación al rango de ideal humano durante el Romanticismo. Sin embargo, en
esta noción de genio encontramos un rasgo marcadamente androcéntrico: frente a
la figura de las précieuses, que en el
siglo XVII habían conquistado el poder de determinar lo que era de buen o mal
gusto en el arte y en las relaciones sociales, surge el genio como figura
varonil de ruptura, “monstruo intempestivo que se arroga el derecho de violar
las reglas y suplantar las ya existentes por otras”.[14]
3. Diderot y el genio
Los escritos de Diderot sobre la figura del
genio son abundantes, aunque, a diferencia de Du Bos
o de Batteux, tiende a tratar esta cuestión de un
modo accidental antes que como objeto específico de análisis: la suya es una
reflexión que casi siempre circula entre dos polos opuestos e incluso
contradictorios, mientras a la vez piensa y teoriza sobre este ir y venir del
pensamiento: “Diderot piensa y se piensa pensando”.[15]
Esta dispersión tan característica dificulta enormemente cualquier aproximación
a su pensamiento y es muy posible que el carácter asistemático y contradictorio
de sus ideas explique la escasez de estudios sobre esta cuestión.
Una hipotética antología de sus comentarios
sobre el genio estaría formada por algunas obras de incierta autoría: el
artículo Génie de la Encyclopédie
(atribuido a D’Alembert) y el Essai
sur le génie (de comienzos de los años 70, que
cabe atribuir con toda probabilidad a Diderot). También podríamos incluir
fragmentos de Entretien sur le fils naturel (1757), los Salons
de 1765 y 1767, Essai
sur la peinture (1767),
Réfutation d’Helvétius
(1775), La Paradoxe du comédien
(escrita entre 1769 y 1779) y, de un modo muy especial, Le Neveu de Rameau, cuya fecha de redacción nos es
desconocida, aunque debió de producirse entre 1760 y 1780. Este último título,
junto a las Leçons de clavecín anteriormente citadas son las obras
que tratan de modo más específico su visión del genio en el terreno puramente
musical.
La imposible explicación racional del genio musical
La firme creencia
de Diderot en la existencia de una Razón Universal como fuente de todo conocimiento y del arte convierte
en incomprensible la existencia del genio. Los postulados de la Ilustración y
la noción de la Razón Natural contradicen su existencia, ocasionando un
conflicto que impregna toda la filosofía de Diderot dando origen a su perpetuo
movimiento y dialéctica.
Hay en los hombres de genio, poetas, filósofos,
pintores, oradores, músicos, ‘no sé qué’ (je ne sais quoi) cualidad del alma
particular, secreta, indefinible sin la cual no se realiza nada enorme ni bello.[16]
Aunque a menudo es incapaz zafarse de ciertas
limitaciones racionalistas, su obra nos ofrece imágenes de una enorme espontaneidad en las que podemos intuir la extraordinaria naturaleza
del genio y de su fuerza creativa. A la vez que intenta explicar esta
experiencia a través de la razón, vuelve una y otra vez al origen irracional
del genio, admitiendo así el valor cognitivo de la emoción y la imaginación. De
ahí la bellísima metáfora sobre el pájaro salvaje que quizás ya esté anunciando
El pájaro solitario de las Escenas del bosque op.
82 de Robert Schumann:
El pinzón, la alondra, el pardillo, el canario
canturrean y balbucean mientras dura el día. Tras la puesta de sol, meten su
cabeza bajo el ala y enseguida se duermen. Es entonces cuando el genio toma su
lámpara, y el pájaro solitario, salvaje, inalcanzable, de plumaje triste y
oscuro, abre su garganta, comienza su canto y resonando entre la maleza irrumpe
con su melodía en el silencio y las tinieblas de la noche.[17]
¿El genio nace o se hace?
Diderot considera que la
aparición de un genio está supeditada a la vida pública y a un estado que,
cuando se rige por pautas de pensamiento mezquinas, escrupulosas y pedantes, o
cuando limita las libertades, puede sofocar la existencia de estos seres
extraordinarios. Aunque no pueda deducirse que el genio esté determinado por
las condiciones históricas que le rodean, sí es necesario tener en cuenta la
diversidad de formas en que se manifiesta, así como todas aquellas
circunstancias que le son favorables: “Cambiad de época y aquel que fue poeta,
habría sido mago, o profeta o legislador”.[18]
Continuando con esta argumentación, Diderot
reflexiona acerca de si puede considerarse el genio como fruto del azar, como
efecto de la educación, o si tan solo depende de l’organisation—es
decir, la complexión física y mental—. En este sentido, continua el debate iniciado por un miembro de su
círculo más cercano, Claude-Adrien Helvétius
(París, 1715–1771),
quien sostenía que, de todas las causas por las que los hombres pueden
diferenciarse unos de otros, l’organisation es
la que menos cuenta ya que todos los hombres al nacer son iguales. Por el
contrario, como manifiesta en su obra Réfutation
suivie de l’ouvrage d’Helvetius intitulé L’Homme, (1775), Diderot concede mucha
menos importancia a la educación e insiste en la preexistencia de elementos
estructurales y biológicos que explicarían la aparición del genio:
Señor Helvetius, una pequeña pregunta: he
aquí quinientos niños que acaban de nacer y que os van a ser entregados para
ser educados según vuestro criterio; decidme cuántos de ellos me devolveréis
convertidos en hombres de genio. ¿Por qué no los quinientos?
Examinad
bien todas las respuestas y encontraréis que en última instancia se resolverán
a través de la diferente organisation.[19]
Será precisamente en el terreno musical donde
se manifieste del modo más explícito esta imposibilidad de considerar la
educación como elemento que explique la aparición de un genio: un buen maestro
puede enseñar la armonía y el enlace de acordes, pero la melodía sólo aparece a
través de este último:
El
discípulo: ¿Y
usted cree que algún día, que con el tiempo yo podré componer? …
El
maestro:
Lamentablemente, lo único que no se puede enseñar es el genio … Yo os enseñaré
la armonía y el arte de encadenar acordes, os facilitaré la lectura y la
ejecución, y si tenéis genio, haréis surgir el canto.[20]
El genio como figura del Otro
Alicia Puleo pone
de relieve cómo, al igual que otros pensadores de la Ilustración francesa,
Diderot recurre a la figura del Otro para criticar la “normalidad” dominada por
los prejuicios.[21] De
este modo, en su pensamiento encontramos esa versión temprana del genio
romántico a la que antes nos referíamos, es decir, de ser extravagante capaz de situarse
por encima de las reglas del arte con un carácter fuera de lo común y con un comportamiento al margen de las
normas dictadas por la sociedad. Es en Le Neveu de
Rameau donde Diderot pone en evidencia de forma magistral el conflicto entre la
creatividad del ser excepcional y la ética del hombre común, afirmando el
derecho del genio a ser él mismo sin ninguna ambigüedad. No obstante, la
cuestión de mayor calado que se esconde bajo esta sátira brillante es la
conflictiva relación entre arte y moral: ¿es mejor ser un buen poeta o ser un
buen hombre? Diderot no nos ofrece solución ninguna, sino que deja abierta la
cuestión de la independencia del plano artístico respecto del ético.[22]
4. La mujer de genio según Diderot
La Ilustración radical y el lugar de las mujeres en la sociedad
El pensamiento feminista ha denunciado cómo
el proyecto ilustrado hace del varón adulto el modelo del hombre universal. Al
quedar la mujer privada del status de ser racional, libre y miembro de pleno
derecho de la sociedad civil, se pone de manifiesto “…esa tensión entre la
explotación de las virtualidades emancipatorias de la razón ilustrada y los
bloqueos de las mismas bajo la presión de los intereses patriarcales”.[23]
Hubo en realidad dos Ilustraciones. Por un
lado, existió una Ilustración moderada representada por Rousseau, Voltaire y
Montesquieu que, postulando un equilibrio entre razón y tradición, apoyó
ampliamente el statu quo.[24]
Paralela a ésta, se desarrolló en Francia otra corriente ilustrada de
pensamiento llamada “radical” por historiadores como Blom o Israel que,
sostenida por Diderot, Grimm, Helvetius y el Barón D’Holbach, surgió en contra del pensamiento dominante y en
la que destaca una elaboración del discurso sobre el papel de la mujer en la
sociedad profundamente anclada en el principio de igualdad. “Si a mediados de
la década de 1760 existió algo en Francia que pudiera llamarse feminismo, el
grupo de amigos que frecuentaban el salón de D’Holbach
estuvieron entre sus máximos exponentes”.[25]
En el caso de Diderot, como apuntábamos más
arriba, este radical sentido de la igualdad provoca un acercamiento y un
análisis de la situación y del papel de las mujeres en la sociedad
completamente diferente, por ejemplo, al de Montesquieu —que las acusará de
utilizar sus encantos para dominar al hombre— o al de Rousseau —que les otorga
la única función de cuidar y agradar al varón—. Esta opción se refleja tanto en
la obra literaria de nuestro autor (Essai
sur les femmes de 1772, cartas, novelas, etc,)
como en su propia vida, ya sea en su modo de plantearse la educación de su
propia hija o en el papel de interlocutoras en discursos de elevado nivel
intelectual que otorga a numerosas mujeres de su entorno.
¿Existe el genio de las mujeres?
Diderot reconoce la
escasez, e incluso la excepcionalidad del genio en las mujeres, pero a
diferencia de otros pensadores de su tiempo, en ningún momento plantea la
incompatibilidad del genio con la condición de mujer. Podemos citar, a modo de
ejemplo, afirmaciones como la expuesta por Rousseau, que en su Lettre à D’Alembert sostiene:
Las mujeres, en general, no aman ningún arte, no
conocen ninguno y no poseen ningún genio. … Pueden adquirir ciencia, erudición,
talento, y todo aquello que se consigue a fuerza de trabajo. Pero ese fuego
celeste que caldea el alma, ese genio que consume y devora, esa ardiente
elocuencia, esos transportes sublimes que llevan su arrebato hasta el fondo de
los corazones, falta siempre en los escritos de las mujeres.[26]
Por su parte, Kant no niega que algunas
mujeres aisladas puedan ser capaces de ciertos logros intelectuales, pero
únicamente los hombres alcanzarían lo sublime, pues lo que es perfección en un
hombre es imperfección en una mujer.[27]
Aprender con trabajo o cavilar con esfuerzo, aun cuando una mujer debería
progresar en ello, hacen desaparecer los primores que son propios de su
sexo … Una mujer que tenga la cabeza
llena de griego, como la Sra. Dacier … únicamente puede tener además barba, pues
éste sería tal vez el semblante para expresar más ostensiblemente el
pensamiento profundo.[28]
Rousseau y Kant están anticipando una idea
que tomará carta de naturaleza a lo largo del s. XIX como es la
incompatibilidad de genio y feminidad: “No existen mujeres de genio, y cuando
hay una mujer de genio, es un hombre”.[29]
Por el contrario, Diderot en ningún momento niega ni la existencia de las
mujeres de genio ni su posibilidad. En La Paradoxe
du comédien, por ejemplo, hace una referencia al
genio de Madame Riccoboni como autora teatral:
—Primero:
¿Conocéis a Madame Riccoboni?
—Segundo:
¿Quién no conoce a la autora de un gran número de obras llenas de genio, de
honradez, de delicadeza y de gracia?.[30]
Asimismo, finaliza su Essai sur les
femmes con la siguiente declaración: “Cuando
ellas tienen genio, considero que dejan una huella más original que la nuestra”.[31]
La educación y el genio en las mujeres
En su Réfutation
d’Helvetius Diderot reconoce que las mujeres de
genio son la excepción y no la regla, admitiendo como causa principal la
deficiente formación que recibe la mayoría de ellas.
Las mujeres
de genio son raras. De acuerdo, están mal educadas. Muy mal.[32]
Más
limitadas y más descuidadas que nosotros en su educación, quedan abandonadas al
capricho del azar.[33]
Sin embargo, y como veíamos más arriba, a
juicio de Diderot el genio es una cualidad que la educación no puede
proporcionar, hasta el punto de que la carencia de una instrucción sistemática
puede llegar a ser una ventaja. En su Essai
sur le génie, reflexiona sobre ese especial
espíritu observador que poseen los hombres de genio, “…que se ejerce sin
esfuerzo, sin contención, no mira, pero ve, se instruye, se desarrolla sin
estudiar”.[34] De modo similar afirma en Le Neveu de Rameau: “Los genios leen poco, practican mucho
y se hacen a sí mismos… Es la naturaleza quien forma a estos hombres raros”.[35] Es decir, esa deficiente educación recibida
por las mujeres no sería determinante como factor de exclusión de la categoría
de genio sino que podría considerarse un elemento positivo.
Mientras que nosotros leemos en los libros, ellas leen en el gran libro
del mundo. Asimismo, su ignorancia les pone en disposición de recibir
rápidamente la verdad cuando se les manifiesta.[36]
Según Diderot, pues, para las mujeres no será tan determinante la carencia de
una educación de calidad como su débil constitución, su sujeción a los
malestares periódicos, a los embarazos y a la crianza de los hijos; factores
estos que les impiden disponer de la energía y la capacidad de concentración
indispensables en cualquier descubrimiento importante.
El verdadero genio de las mujeres
En efecto, Diderot es perfectamente consciente de que las limitaciones
impuestas por el papel destinado a las mujeres en la tarea de procrear suponen
para ellas un lastre enorme cuando se enfrentan a una actividad intelectual o
de tipo creativo, pero, al mismo tiempo, les concede el mismo status de ‘Otro’,
de ser excepcional situado al margen de las normas sociales cuando éstas
deciden situarse por encima de las normas y de la mediocridad. Ese “algo más”,
ese “yo no sé qué”, ese elemento indescifrable que Diderot detecta en los
hombres de genio también lo reconoce en las mujeres, y no reside ni en su
sensibilidad ni en su capacidad de expresar sus sentimientos, sino,
sorprendentemente, en su propia naturaleza, más salvaje y fuerte que la de los
hombres:
Más civilizadas que nosotros por fuera, han seguido siendo verdaderas
salvajes por dentro.[37]
Por cada hombre, hay cien mujeres capaces de esta fuerza y esta
presencia de espíritu.[38]
Es el mismo genio que encontró cabida en la crítica literaria feminista
cuando Julia Kristeva, dos siglos y medio más tarde,
refiriéndose a la genialidad de Simone de Beauvoir, Colette o Hannah Arendt
afirmó:
No es seguro
que el conflicto entre la condición de todas y la libre realización de cada una
pueda resolverse si uno se preocupa solamente por la condición subestimando al
sujeto. Al privilegiar, en su reflexión, la transformación de la condición
femenina, de Beauvoir contribuye a su vez a dejar de lado la cuestión esencial,
que es la de la iniciativa singular. … ¿No es el “genio” precisamente la
capacidad de abrirse camino a través y más allá de la situación? …
Apelar al
genio de cada una, de cada uno, es una manera, no de subestimar el peso de la
historia -más y mejor que otras, estas tres mujeres se enfrentaron a ese peso y
lo arrollaron con valentía y realismo-, sino de tratar de liberar la condición
femenina y la condición humana en general de las restricciones biológicas,
sociales o circunstanciales, valorizando la iniciativa del sujeto.[39]
Es el genio, finalmente, el que Diderot reconoce en Mlle. La Chaux cuando le exhorta:
Ayez,
mademoiselle, le courage d’être savante.[40]
5. Conclusiones
A través de sus reflexiones sobre el origen inexplicable del genio, su
fuerza creadora o su condición de ‘Otro’ al margen de la norma y de las
convenciones sociales, Diderot anticipa una concepción de la figura del genio
que acabará consolidándose a lo largo del siglo XIX, sin asumir el trasfondo
misógino que destila una gran parte del pensamiento estético romántico. Frente
a un discurso patriarcal que atribuye a las mujeres los rasgos y virtudes de la
debilidad como característica esencial, Diderot subraya en la mujer de genio
cualidades como la fuerza, el coraje o la presencia de espíritu, iluminando el
camino recorrido por todas aquellas mujeres para quienes la composición musical
se acabará convirtiendo en un puro acto de rebeldía. En efecto: la
reformulación del ‘ideal femenino’ que se produce en el nuevo orden impuesto
por los cambios sociales, políticos y económicos acaecidos tras la segunda
revolución industrial hará que la mujer, por el mero hecho de serlo, se vea
excluida de la categoría de genio.
Quedaría pendiente estudiar si el pensamiento
estético de Diderot proporciona herramientas para resolver una última cuestión.
Del mismo modo que en Le neveu de Rameau pone
de manifiesto de forma magistral la eterna contradicción entre arte y moral,
aquí también nos encontramos ante un peculiar encuentro entre ética y estética,
ya que al asociar valores como fuerza o coraje a la categoría de genio se está
originando un trasvase de conceptos éticos —incluso ‘épicos’, me atrevería a
decir— al terreno de la pura creación musical. Será preciso seguir
profundizando en el pensamiento de Diderot para determinar si dicho trasvase
podría implicar, bien la negación del auténtico valor estético en la producción
artística realizada por mujeres, bien el reconocimiento de la existencia de un
arte propio de mujeres.
En cualquier caso, ante una imagen del pasado
como logro exclusivamente masculino, el análisis del pensamiento diderotiano abre nuevas rutas en ese recorrido aún
incompleto hacia la construcción de un relato de la historia de la música que
aloje la producción de las mujeres. Como señala Amelia Valcárcel,
Frente a una elaboración del genio de las mujeres
como genio colectivo —la exclusión significa negación de la individualidad— las
mujeres debemos escribir la historia si queremos existir, y para hacerla
necesitaremos genios individuales.[41]
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Valcárcel, Amelia. “Sobre el genio de las mujeres”. Isegoría, nro.6 (1992): 97-112.
[1] Miriam Bastos Marzal, “Retrato de familia a
contraluz: el aprendizaje musical de Angélique Diderot y la educación ilustrada
de las mujeres”, Historia de la Educación. Revista interuniversitaria 38 (2019):
223-238.
[2] Jean Gribenski, y Anton Bemetzrieder,
en: MGG Online, hrsg. von Laurenz Lütteken, (Kassel, Stuttgart, New York: 2016 ff.) (última
consulta: Enero 2022). Sobre la verdadera autoría del tratado Leçons de
Clavecin véase Jean Gribenski, “À
propos des Leçons
de clavecin (1771): Diderot et Bemetzrieder”, Revue de Musicologie, 66 (1980): 125-178.
[3] La pièce imprimée sous son nom …, Bonne ou mauvaise, estd’elle; dessus, basse et chiffres. L’ouvrage de M. Bemetzriederconduit jusques-l`a; et tout Eleve qui le possedera, peut se promettred’aller plus loin, s’il a de la tête et du genie. Denis Diderot ed., Leçons de clavecin et príncipes d’Harmonie, par M. Bemetzrieder. (París: Chez Bluet, Libraire, pont Saint Michel, 1771), v.
[4] Linda Nochlin, “¿Por qué no han existido grandes artistas mujeres?”, en Crítica feminista en la teoría e historia el arte comp. Karen Cordero e Inda Sáenz (México DF: Universidad Iberoamericana, 2007), 50.
[5] Marcia Citron, Gender and the Musical Canon (Cambrigde: Cambrigde University Press, 1993).
[6] Herbert Dieckmann, “Diderot's
Conception of Genius”, Journal of the
History of Ideas 2, nro. 2 (Apr., 1941): 151-182.
[7] Edward
Lowinsky, “Musical Genius: Evolution and Origins of a Concept”, The Musical Quarterly, 50, nro. 3 (Jul.,
1964): 321-340.
[8] Roland Mortier, L’originalité. Une nouvelle catégorie
esthétique au Siècle des Lumières (Ginebra: Droz 1982).
[9] Philippe
Junod, “Critique d’art” en Michel Delon ed., Dictionnaire européen des Lumières (París: Presses Universitaires
de France, 2007), 335-341.
[10] Mortier, L’originalité, 11.
[11] L’âme du pöete est eclairée par lui-même. Charles Perrault, Le génie, épistre à M. de Fontennelle (1688), 2. De no indicar lo contrario, todas las traducciones del francés son mías. En los textos originales del francés he mantenido la ortografía de las ediciones originales.
[12] Dieckmann, “Diderot's
Conception of Genius”.
[13] qualité du sang … jointe avec la heureuse disposition des organes. J. Baptiste du Bos, Réflexions critiques sur la poésie et sur la peinture (Paris: Pierre-Jean Mariette, 1746), 16.
[14] Alicia Puleo, Figuras del otro en la ilustración francesa. Diderot y otros autores (Madrid: Escuela Libre Editorial, 1996), 8.
[15] Eric-Emmanuel Schmitt, Diderot ou la philosophie de la séduction (Paris: Éditions
Albin Michel,1997), 14.
[16] Il y a dans les hommes de génie, poëtes,
philosophes, peintres, musiciens, je ne sais quelle qualité d’âme particulière,
secrète, indefinissable, sans la quelle on n’éxecute rien de de très-grand ou
beau. Denis Diderot, Essai sur le génie.
Oeuvres Complètes. ed. de J. Assézat et M. Tourneaux, vol. V (Paris: Garnier 1875-1877), 26-27.
[17] Le
pinson, l’alouette, la linotte, le serin, jasent et
babillent tant que le jour dure. Le soleil couché, ils fourrent leur tête sous
l’aile,
et les voilà endormis. C’est alorsque le génie prend sa lampe et l’allume, l’oiseau
solitaire, sauvage, inapprivoisable, brun et triste de plumage, ouvre son
gosier, commence son chant, fait retentir le bocage et rompt mélodieusement le
silence et les ténèbres de la nuit. Denis Diderot, Salon de 1765 [1765], Oeuvres Complètes. ed. de J. Assézat et M.
Tourneaux, vol. X (Paris: Garnier 1875-1877), 206.
[18] Changez
les instants et celui que fut poète
eût
été ou magicien, ou prophète ou legislateur. Denis Diderot, “Theosophes” Encyclopédie. Oeuvres
Complètes. ed. de J. Assézat et M. Tourneaux, vol. XVII (Paris: Garnier 1875-1877), 266.
[19] Monsieur
Helvétius, une petite question: Voilà cinq cents enfants qui viennent de naitre, on va vous les abandonner pour être élevés à votre discrétion ; dites-moi combien
nous rendrez- vous d'hommes de génie? Pourquoi pas cinq cents? Pressez bien
toutes vos réponses, et vous trouverez qu'en dernière analyse elles se
résoudront dans la différence d’organisation. Denis
Diderot, Réfutation d’Helvetius [1774]
Oeuvres Complètes. ed. de J. Assézat et M. Tourneaux, vol. II (Paris: Garnier
1875-1877), 279.
20-Le Disciple: et vous croyez qu'un jour, qu'avec le tems je pourrois composer? -… Le maître: et par malheur, la seule qui ne s’enseigne pas: c’est l’affaire du génie … je vous enseignerai l'Harmonie ou l'art d'enchaîner des accords je vous en faciliterai la lecture& l'exécution; & si vous avez du génie, vous trouverez des chants. Diderot, Leçons de clavecin, viii.
[21] Puleo,
Figuras del otro en la ilustración francesa, 8.
[22] Denis Diderot, Le Neveu de Rameau [1823] Oeuvres Complètes.
ed. de J. Assézat et M. Tourneaux, vol. V (Paris: Garnier 1875-1877), 487.
[23] Celia Amorós,
prólogo en Cristina Molina Petit, Dialéctica
feminista de la Ilustración (Madrid: Anthropos, 1994), 14.
[24] Jonathan Israel, Una revolución de la mente: la Ilustración radical y los orígenes intelectuales de la democracia moderna (Pamplona: Laetoli, 2015), 28.
[25] Philipp Blom, Gente peligrosa. El radicalismo olvidado de la Ilustración europea (Barcelona: Anagrama, 2012), 302.
[26] Les
femmes, en général, n'aiment aucun art, ne se connaissent à aucun, et n'ont
aucun génie. … Elles peuvent acquérir de la science, de l'érudition, des
talents, et tout ce qui s'acquiert à force de travail. Mais ce feu céleste qui échauffe
l'âme, ce génie qui consume et dévore, cette brûlante éloquence, ces transports
sublimes qui portent leurs ravissements jusqu'au fond des cœurs, manqueront
toujours aux écrits des femmes. Jean Jacques Rousseau, Lettre à M. D’ Alembert
(Amsterdam : chez Marc Michel Rey, 1758), 51, nro. 53.
[27]
Existen numerosos trabajos de análisis feminista referidos al pensamiento
estético de Kant. Citamos algunos de los más relevantes: Christine Battersby, Gender and Genius. Toward a Feminist Aesthetics
(London: The Women Press Ltd, 1994);
Luisa Posada, “Cuando la razón práctica no es tan pura”: Isegoría. Revista de Moral y Política, 6, (nov 1992): 17-36; Jane Kneller: “Discipline and
Silence. Women and Imagination in Kant’s theory of Tast” en Aesthetics in Feminist Perspective, ed. Hilde Hein y Carolyn Korsmeyer
(Blomington and Indianapolis: Indiana University Press 1993).
[28] Mühsames Lernen oder peinliches Grübeln wenn es gleich ein Frauenzimmer darin hoch, bringen sollte, vertilgen die Vorzüge, die ihrem Geschlechte eigenthümlich sind … Ein Frauenzimmer, das den Kopf voll Griechisch hat, wie die Frau Dacier, … mag nur immer him noch einem Bart dazuhaben; den dieser würde vielleicht die Miene des Tiefsinnes noch kennt licher ausdrücke, um welchen sie sich bewernen, Immanuel Kant: Beobachtungenüber das Gefühl des Schönen und Erhabenen, Sämmtiche Werke, dritter Theil. Herausgegebenvon Karl Rosenkratz (Leipzig, Leopold Voss 1838), 426, trad. de L. Jiménez (Madrid: Alianza Editorial, 1990).
[29] Il n’y a pas de femmes de génie: lorsqu'elles sont des génies, elles sont des hommes (en francés en el original). Cesare Lombroso, L’uomo di genio in rapporto allá psichiatria, allá storia e dall’estetica (Torino: Fratelli Bocca, 1894), 251.
[30] Le
premier: Connaissez-vous Mme Ricoboni? -Le second: Qui est-ce qui ne connaît
pas l’auteur d’un grand nombre d’ouvrages charmants, pleins de génie,
d’honnêteté, de délicatesse et de grâce. Denis Diderot: Paradoxe du comédien [1773]
Oeuvres Complètes. ed. de J. Assézat et M. Tourneaux, vol. XVIII (Paris: Garnier, 1875-1877), 410.
[31] Quand
elles ont du génie, je leur en crois l’empreinte
plus originale qu’en nous. Denis Diderot, Essai sur les
femmes. Oeuvres Complètes. ed. de J. Assézat et M. Tourneaux, vol. II
(Paris: Garnier, 1875-1877), 262.
[32] Les
femmes de génie sont rares. D’accord. Elles sont mal élevées. Très-mal. Diderot, Réfutation d’Helvetius, 319.
[33] Plus
contraintes et plus négligées dans leur éducation, abandonnées aux mêmes
caprices du sort. Diderot,
Essai sur les femmes, 258.
[34] L’esprit observateur dont je parle s’exerce sans
effort, sans contention; il ne regarde point, il voit; il s’instruit, il s’étend
sans étudier. Diderot,
Essai sur le génie, 26-27.
[35] Les génies lisent peu, practiquent beaucoup et se
font d’eux mêmes … C’est la nature qui
forme ces hommes rares là. Diderot, Le
Neveu de Rameau, 432.
[36] Tandis que
nous lisons dans des livres, elles lisent dans le grand livre du monde. Aussi
leur ignorance les dispose-t-elle à recevoir promptement la vérité, quand on la
leur montre. Diderot,
Réfutation d’Helvetius, 319.
[37] Plus civilisées que nous en
dehors, elles sont restées de vraies sauvages en dedans. Diderot, Essai sur les femmes, 259.
[38] Pour un seul homme, il y a cent femmes capables de cette force et de cette présence d’esprit. Diderot, Essai sur les femmes, 259.
[39] Julia Kristeva, El genio femenino: la vida, la locura, las palabras 3. Colette. Traducción: Alcira Bixio (Buenos Aires: Paidós, 2002). 452.
[40] Denis Diderot, “Lettre á Mlle de la Chaux” (1751) citado en: Denis Diderot, Écrits sur la musique, ed. de Béatrice Durand-Sendrail (Paris: Éditions J. C. Lattès, 1987), 78. En este punto, resulta inevitable referirse al Sapere aude de Horacio. Kant se refirió a este lema en “Qué es la Ilustración” (1784). Nótese que la citada carta de Diderot fue escrita tres décadas antes.
[41] Amelia Valcárcel, “Sobre el genio de las mujeres”, Isegoría 6 (1992): 97-112.